martes, enero 29

Descentralización versus descomplicación

El otro día recibimos algunos con alegría la publicación de la “Ley de unidad de mercado” con la que con una misma licencia empresarial se podrá operar en todo el mercado español. Espero que, además, sea eficaz sin que los Reinos de Taifas establezcan una nueva normativa para enmarañar todavía más la gestión empresarial en España.

Por mi relación con las empresas dedicadas a la obra pública, la realidad, hasta el día de hoy es tremendamente deprimente. Para operar en España se necesitaban 17 empresas filiales, debido a la endogamia autonómica, más fuerte en las autonomías donde el nacionalismo es más virulento.

Por otra parte, la ventanilla única, entidad que han promovido con entusiasmo las CC.AA. es ya algo obsoleto. Ahora lo que prima es la nueva ventanilla electrónica que supera en cercanía y facilita la gestión en todo el territorio nacional. Competencias delegadas pueden volverse a asumir por los Organismos principales debido a que desde esa ventanilla, desde la web, pueden los ciudadanos acudir a cualquier parte del territorio nacional para la entrega, la consulta y la gestión de sus necesidades de servicios por parte de la Administración local, autonómica y nacional.

La unidad de mercado ha sido la ocasión para intentar eliminar cotos de influencia y disfunción de las empresas, pero es la punta del iceberg de la necesaria reforma de la Administración, y que debe tener en cuenta que los ciudadanos españoles no son en absoluto “siervos de la gleba”, atados al territorio autonómico en el que viven, vinculados a una dependencia de un reyezuelo que ha estado años y años gobernando contra Madrid, lo que ha sido realidad en algunas autonomías. Los españoles, como cualquier ciudadano europeo tenemos el derecho de la libre circulación, libre residencia, libre actividad empresarial y económica y creo que el desarrollo autonómico ha obviado esta realidad. No ha sido un desarrollo armónico con la mejora de la libertad de los españoles en democracia.

La libertad individual ha sufrido y está sufriendo donde la Autonomía se ha apropiado de los ciudadanos españoles que viven en ella, mostrando que el modelo al que tendían era al de cierre de fronteras, completamente opuesto al modelo de “Mercado único” europeo, dándose la paradoja de ser más fácil moverse fuera de España en el Territorio Comunitario, que entre regiones vecinas.

La descentralización no ha llevado a la simplificación de la vida de los ciudadanos españoles, es preciso una corrección para que la descomplicación prime y la libertad de los ciudadanos españoles sea más efectiva y, de paso, su economía más competitiva.

Por mi parte, pienso que no puede avanzar el desarrollo autonómico hasta convertirnos a los españoles en siervos de la gleba del territorio autonómico en el que hemos elegido vivir. España es más rica que la unión de 17 entidades pueblerinas, es la unión de 17 entidades ricas en cultura e historia que se complementan entre sí, añadiendo también Ceuta y Melilla que nos mantienen ese puente interesante con nuestra historia en el continente africano y único resquicio de aquel Imperio lejano que tuvo el Mar Mediterráneo como “Mare nostrum”, un mar bien latino.

Espero que nuestros políticos se animen por una vez a simplificar nuestra vida haciéndonos ganar en espacios de libertad.

Federico Rodríguez de Rivera

sábado, enero 19

Corrupción stop



Todos intuíamos algo sobre la realidad de Bárcenas, no parecía trigo limpio. Lo que no imaginábamos es la cantidad tan enorme de recaudación presumiblemente corrupta organizada alrededor de  su persona.

Algo huele mal en Dinamarca, pero no es el PP ¡son las personas!, ante cuyas sedes se manifestaron gupúsculos de izquierdas olvidando de ayer para hoy la enorme trama de corrupción de la Junta socialista de Andalucía, o los escándalos del desconcertante Pepiño.

También huele mal que el órdago independentista surja al desatarse la trama Pujol en Cataluña. Una huída hacia adelante e insolidaria.

No parece que se libre ninguna institución... pues también tenemos los duplicados de la seguridad social, la burbuja inmobiliaria, y tantas cosas que muestran que la corrupción política no es más que el reflejo de la falta de ética de muchos ciudadanos españoles. ¿Acostumbrados a pensar que los dineros del Estado no son de nadie?, que es de espabilados hacerse con ellos por rendijas o por maletines?

Duele ver que estos hechos surgen cuando la ciudadanía está clamando por una nueva clase política en la que la ética sea su base. Puede ser que estos hechos, anteriores a la constitución del gobierno popular de Mariano Rajoy, nos duelan. Pero ¿querríamos tenerlos escondidos, pudriendo por dentro las instituciones y la confianza de los españoles? Casi es mejor que pasemos esta gripe ahora y rápida. Y, como dice Cospedal: “que cada uno pague por sus obras”; pero ¿no habrá muchos escondidos en sus armarios, sin intención alguna de salir a la palestra?

No está mal sufrir si es para sajar y extraer el pus que puede matar el organismo vivo. La democracia es una aventura ¡tan maravillosa! que vale la pena introducirla en la mesa de operaciones por vía de urgencia. Y depurar, depurar, depurar, sin miedo y sin llevarse a engaño.

Aquí no vale el “y tú más”, pues los ciudadanos honrados quedarían perplejos y pedirían que “vengan otros, otras siglas, otras personas”, que no estén manchadas. Pero ¿acaso esas nuevas siglas serían la garantía de pureza?

Pienso que el relativismo ético, el socavar los fundamentos de las virtudes humanas, el desprecio a la vida humana, la consideración de que la “verdad” se construye desde la mayoría y no es posible encontrarla observando la realidad y la propia naturaleza humana, hace que esos nuevos, sin “valores” acaben siendo como los antiguos: corruptibles.

España está harta de políticos que se miran a sí mismos, que reclaman un Estado soberano contra toda justicia arrancando un pedazo de nuestra nación para ocultar su corrupta trayectoria política; también está harta de ese 3%, de esos maletines, de ese pago de favores para ser adjucatario de contratos con el Estado, con las Autonomías y los Ayuntamientos.

La esperanza cuesta, en estos momentos. Yo no la pierdo, pues conozco mucha gente honrada, mucha base del Partido Popular desinteresada, entregada al bien común, unas personas realmente buenas. ¿No será el momento de primar a esa base y cambiar esas oligarquías anquilosadas, que dentro de un entramado de intereses, son incapaces de purgar la escena política de la corrupción? ¿No será el momento de cambiar las ternas y que ser político, si hay presunta corrupción, implique la aceleración del sistema de Justicia?

Federico Rodríguez de Rivera