viernes, junio 5

Política: No tenemos derecho al desánimo

 
 
 
Conversaciones habituales al ver las tramas que van salpicando judicialmente a muchos políticos de diversos colores: "todos son iguales", "deberíamos echar a todos", "no votaré esta vez", "la democracia no funciona".
 
Todos echamos balones fuera porque no es verdad que todos sean iguales, que haya que echar a todos, que lo mejor sea no votar o que exista un sistema más adecuado para el gobierno de los seres humanos que la democracia.
 
Una queja real: hemos dejado que entren en política los más enredadores, porque los que "sólo saben trabajar" han preferido la vida cómoda de ganar su sustento y pensar que la sociedad la arreglará otro o que no tiene importancia quien la rija.
 
Como consecuencia de esa queja surgen partidos minoritarios, formados por visionarios a veces, otras por personas con sentido común, pero que no acaban de arrastrar al no contar con la maquinaria de propaganda de los grandes partidos. Y es que se equivocan de estrategia para el cambio. El carisma no surge en contacto con minorías, la proyección mediática es fundamental y la escala de acción acorde con esas posibilidades.
 
Florentino aterrizó en el Real Madrid porque ya era conocido mediáticamente. Rosa Díez logró una escisión socialista porque ella sola ya era un símbolo. Y eso, los líderes, se fabrican en simbiosis con la masa.
 
Tampoco es válido medir con el mismo rasero a todos los políticos, si bien hay que tener en cuenta quién es el líder de cada formación. Rodríguez Zapatero controla un partido en el que la política que se hace desprecia la vida humana y trivializa la familia, pero en sus filas Francisco Vázquez sostiene que está en contra del aborto. Rajoy es confuso en sus ideas pero Mayor Oreja es claro y transparente a favor de la vida. Luego hay  una batalla pendiente en los partidos políticos para que o bien los idearios se adecuen a la naturaleza humana o bien la libertad de voto en esos aspectos de conciencia sea respetada y fomentada.
 
El no voto no arregla nada. Y encontrar alternativa a la democracia es bien difícil, si bien ha mostrado sus debilidades y sus fortalezas.
 
La debilidad de la democracia actual es la derivada del relativismo ético. No hay fin, no hay metas, no hay una dirección clara. Todo puede ser objeto de cambio.
 
Su fortaleza: todos, realmente todos, somos una voz, podemos hacer algo.
 
Sin embargo el relativismo, curiosamente, está llevando a la democracia a un tipo sutil de tiranía: la tiranía de la mayoría, de lo políticamente correcto. Y eso es tan natural como el poner diez leones en una jaula. Acaba mandando el más fuerte, o el que se junte con el más fuerte, nunca mandará el más sensato: es cuestión de colmillos y garras.
 
Por eso es justo reclamar a la Democracia, para que no derive en tiranía, ideas claras sobre la naturaleza humana, sobre sus estructuras básicas, sobre el valor de la vida humana y sobre el cometido del Estado.
 
Y ese debate se puede hacer justo porque, todavía, seguimos viviendo en democracia
 
frid

1 comentario:

Sil dijo...

Hola como estas, creo que aqui lo importante es que carecemos de una democracia total, hay democracia en ciertos aspectos, lo mejor que tienen para ofrecernos es... hacernos creer que vivimos en un sistema democratico,pero lo cierto es que eso no es real al cien por ciento.