miércoles, diciembre 2

Combatiendo el genocidio progresista

 
El otro día acabé un magnífico libro de Santiago Mata, "De Isadora a Bibiana", y por eso de pensar quise avanzar algo sus razonamientos para el cambio cultural a favor de la vida.
 
 
Una premisa básica es que los cambios se hacen desde arriba, aunque se demanden desde abajo: son los políticos y los legisladores los que deben proteger la vida ya que actualmente, hasta que nazcas nadie da un ardite por tu supervivencia. Dependes sólo del capricho maternal.
 
Y es evidente que nuestros gobernantes están imbuidos de la religión progresista, una ideología que ya ha fracasado pero que sigue en su inercia no sólo gobernando sino imponiéndose a los ciudadanos a través de una educación obligatoria.
 
Esa ideología, según Chesterton, es propia de locos. Sustituyen la realidad por la imaginación, la voluntad por el instinto y la verdad por la opinión. Y sin un mapa del terreno, con el mapa dibujado por ellos o escogido al azar en una urna, se lanzan a la carretera diciendo que van por la dirección correcta, lo que ni por un milagro es posible.
 
Pero si esos constructores de falsedades nos hunden el barco de la sociedad es porque les hemos elegido para ello.
 
Dice Santiago Mata que esa deriva cambiará cuando los gobernantes tengan ante sus ojos la realidad del aborto, de ese genocidio contemporáneo. Y yo pienso que "esos gobernantes no", porque sí saben lo que hacen. Saben que están matando seres humanos, saben que es algo horrible, saben que destrozan a los que abortan, que deterioran la sociedad, que perdemos recursos humanos, que vamos a una sociedad más y más incapaz de recuperarse. Pero les da lo mismo.
 
Piensan que para construir el nuevo orden social hay que hacer ese sacrificio, del mismo modo que los paraísos marxistas supusieron la agonía de la clase trabajadora y la tiranía de sus gobernantes. Y piensan que pueden construir un nuevo tipo de ser humano que maximice el placer y que se reproducirá fundamentalmente en laboratorio, sin afectos y sin familia.
 
Un cambio posible: la hecatombe derivada de ese sistema.
 
¿Otros cambios posibles? la resistencia ciudadana y el cambio de tendencia.
 
¿Y donde incidir?
 
Una reflexión: el genocidio progresista es sólo posible por la cooperación de las madres. Ellas, con presión o sin ella ¡entregan voluntariamente a sus propios hijos al sacrificio! Y, ¿por qué lo entregan? Es en esa respuesta donde se debe incidir.
 
Lo entregan por ignorancia, por conveniencia por comodidad, por presión social, por miedo, por desamparo, por pobreza.
 
Hay en esas causas algunas que puede remediar el movimiento pro vida: la ignorancia con lo que dice Santiago Mata: mostrar la realidad del aborto.
 
La presión social, el miedo, el desamparo y la pobreza por algo a lo que ya se dedican los movimientos pro vida: las alternativas al aborto, la Red Madre, las redes asistenciales, el apoyo psicológico, y el mensaje positivo de lo que es la maternidad.
 
La soledad también se debe atajar con la exigencia de la responsabilidad compartida: el padre de la criatura y los padres de la madre deberían implicarse. Y al padre hay que exigirle con la fuerza de la ley.
 
Pero la comodidad, el hedonismo, la conveniencia son aspectos subjetivos que denotan una enfermedad que requiere otra cura: sustituir la cultura del placer por la cultura de la entrega, sustituir la inmediatez por la proyección hacia el futuro y, por qué no, plantear a la persona su final y su rendir cuentas ante Dios de los talentos recibidos.
 
Y la sociedad ¿podría darse cuenta de su propia deriva? Los que no abortamos, los que tenemos claro que la vida es un don, ¿podemos hacer algo más? ¿podemos cambiar esa tendencia? ¿nos dejarán hablar, nos dejarán denunciar los trapos sucios que se mueven en el negocio del aborto?
 
Hablar, bien que hablamos ¿nos escuchan los no convencidos? ¿nos escuchan las víctimas?
 
Dice Santiago Mata en su libro que la Comunidad de Madrid dedicó en el 2007 unos 600.000 euros para las entidades pro vida y en el 2009 subió a 700.000. En un Estado profundamente social, la iniciativa pública es muy importante y depende del signo político de los gobernantes. Y, se ha comprobado que el progresismo es abortista, no respeta el espíritu de las Constituciones que protegen al no nacido y está convencido de que el ser humano es "una plaga" que hay que reducir.
 
Por eso la acción contra el aborto, contra el genocidio progresista es una acción que pasa necesariamente por las urnas, por la propaganda, por la sensibilización y por la acción concreta.
 
Y es necesario ganar la batalla de las urnas ya que el razonamiento "progresista" es que sobran seres humanos y acabarán considerando la Red Madre y los mensajes pro vida como "contaminación" y oposición a su modelo social y a su construcción de ese nuevo ser humano que se fundamente en el Estado productor en vez de en la Familia acogedora.
 
frid

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