El otro día, en una conversación sobre un padre de la patria, salió a colación su declaración oficial de ateísmo. Preguntado sobre Dios al final de sus días contestó algo así como:"espero no encontrármelo" o "no me hace ninguna falta"... ese procer laico falleció, como todo ser humano acaba haciéndolo, es algo inevitable a nuestra condición.
Comenté que si ese señor se empeñaba, lo más probable es que "no encontrara a Dios", o más bien que se diese una "desagradable sorpresa" y le tocase toda una eternidad ya sin poder encontrarlo.
Mis interlocutores, todos buenísimos, se revelaron en masa: ¡pero si no hay infierno!, luego más sosegados me preguntaron: ¿hay infierno?
Yo hice la respuesta gallega: "Dios nos ha creado libres, capaces de amarle y de negarle. Y no violenta nuestra libertad: el que se empeña en no estar con Él, no lo estará", de todos modos mis interlocutores, si hablan de Hitler, a ese sí que le ponen en el Infierno. Yo no sé si estará ahí, méritos hizo. Pero igual que él hay monstruos contra la humanidad que podrían tener tantos deméritos como él: Stalin, Lenin, Mao y tantos otros genocidas.
Si creemos en la inmortalidad del alma, o si racionalmente nos adherimos a esa hipótesis bastante bien fundamentada por la razón, el alma en algún lugar debe estar. Y es claro que la soberbia humana del "no necesitar a Dios", parecida al "non serviam" de Lucifer, no va a cambiarse por arte de magia. La capacidad de elegir ya ha acabado y el tiempo de misericordia también. Después de muerto está el tiempo de la justicia.
Si alguno no cree en la inmortalidad del alma, puede sostener que no hay ni infierno, ni cielo, ni nada. La razón tiene argumentos sólidos para lo contrario: para la inmortalidad, para la existencia de Dios, para el juicio final según nuestro obrar. Pero ellos son muy libres, así nos hizo Dios, de hacer el acto de fe en negativo.
Sin embargo mis interlocutores se decían católicos, lo que da dos supuestos: creen en Dios y creen en el Juicio Final. Por otra parte su cultura humana es grande, no construyen un edificio sin calcularlo, sin garantías, sin estudiar la cimentación. Se documentan. Pero para el tema más importante de su vida se manejan por meras opiniones sensibleras: "Dios es misericordioso, y ¿cómo va a condenar a alguien al Infierno?
Nadie niega la misericordia divina, pero si se documentan verán que Cristo, que nos quiso tanto que murió en la cruz por nosotros, habló muchísimas veces del Infierno; que el Credo habla del Juicio final, de buenos y malos; que hay gentes que no quieren a Dios y que obran en contra de sus preceptos y que libremente no se arrepienten.
Creo que les conviene, en esos temas, ser al menos tan serios como en el ejercicio de su profesión y aplicar el coeficiente de seguridad: no negar la existencia del Infierno, pues Cristo habla de él, y poner los medios para que ni ellos ni sus amigos puedan estar entre los que han comprobado por propia experiencia su existencia.
frid
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