martes, junio 21

La libertad esclava




Cuando Rodríguez Zapatero afirmó que "la libertad os hace verdaderos", trastocando los términos del famoso texto bíblico "veritas liberabit vos" quiso, sin duda, sentar las bases de una revolución copernicana en el enfoque de la libertad eliminando toda referencia a sus motivaciones.



Una libertad así, sin límites, parece que está ensalzada, pero en su misma elevación lleva su ruina. La libertad sin verdad es ciega. La elección según la apetencia se transforma en espontaneidad y se animaliza. El instinto acaba echando a la razón como centro motor del obrar.



Pero es que esa libertad, así entendida, va contra la propia naturaleza humana y contra toda evidencia. Hay actos que nos hacen daño o lo hacen a los que nos rodean: la borrachera, la drogadicción, el robo, el asesinato, el acto terrorista.



La naturaleza humana o el orden social sufren con determinadas elecciones, y otras –sin embargo- sí que nos hacen libres. El camino de la virtud capacita al hombre y le hace fiable ante los otros, la laboriosidad le hace fructificar, la generosidad introduce paz en el orden social, la alegría genera confianza. Es evidente que esos actos son más acordes al ser del hombre y son el mejor ejercicio de su libertad.



Por eso, porque no todo es igual, porque no es lo mismo eliminar una vida que mantenerla, gozar de un matrimonio estable que fracasarlo en el divorcio, decir la verdad que engañar, las leyes humanas no sólo son el consenso sobre actos igualmente indiferentes, sino que son un ordenamiento hacia el bien del hombre. Y, según ese bien, habrá leyes que se impongan por su propia naturaleza como las que protegen la vida; otras porque son las más convenientes como las que establecen protecciones jurídicas a los contratos; otras porque son fruto de la moda o la cultura de nuestro tiempo.



La libertad no se puede corromper transformándola en indiferencia; su ejercicio debe ser racional aunque las pasiones tengan su parte, pero no puede caer en la sumisión al instinto. Y los legisladores deberían partir de la realidad del hombre para legislar, no de los mundos imaginados que, por irreales, acaban esclavizándonos.



frid

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