Mujeres solteras, con relaciones afectivas transitorias e inestables, con varios hijos a su cuenta eliminados por métodos anticonceptivos -eso si no fallaron-, con un trabajo absorvente, sin familia, eso sí "independientes" en su soledad, ásperas, tristes y frustradas. Ese puede ser el resumen del fruto del feminismo progresista.
Les vendieron que iban a ser auténticas, que se iban a realizar como mujeres. Les hablaron de igualdad y les enviaron, indefensas, al mundo indiferenciado antes ocupado mayoritariamente por el varón.
Les prometieron carreras meteóricas, acceso a los lugares de dirección y mando, paridades y más que paridades en la empresa y la administración pública, incluso en las formaciones políticas. Les dijeron que "ellas" gobernarían el mundo, pero les despojaron de su riqueza específica: denigraron su feminidad, su capacidad de entrega, de sacrificio, de cariño, de comprensión, de amar. Las hicieron hombrunas, frías, tiburones de finanzas. Y privaron a la sociedad de la pluralidad que enriquece. Y -además- la gran mayoría se quedó de "soldados rasos" pues siempre los generales son pocos. Por ser soldados dejaron de ser mujeres. Y les vendieron que debían de estar por eso orgullosas. Son los nuevos peones de la implantación de las "mesiánicas ideologías".
Les vendieron que iban a ser auténticas, que se iban a realizar como mujeres. Les hablaron de igualdad y les enviaron, indefensas, al mundo indiferenciado antes ocupado mayoritariamente por el varón.
Les prometieron carreras meteóricas, acceso a los lugares de dirección y mando, paridades y más que paridades en la empresa y la administración pública, incluso en las formaciones políticas. Les dijeron que "ellas" gobernarían el mundo, pero les despojaron de su riqueza específica: denigraron su feminidad, su capacidad de entrega, de sacrificio, de cariño, de comprensión, de amar. Las hicieron hombrunas, frías, tiburones de finanzas. Y privaron a la sociedad de la pluralidad que enriquece. Y -además- la gran mayoría se quedó de "soldados rasos" pues siempre los generales son pocos. Por ser soldados dejaron de ser mujeres. Y les vendieron que debían de estar por eso orgullosas. Son los nuevos peones de la implantación de las "mesiánicas ideologías".
Y ¿qué sacrificaron ellas? ¿de qué se privó la sociedad progresista? Talaron el árbol fructífero de la familia, desalojaron hogares, eliminaron presencias de paz y acogida en los núcleos familiares y se inventaron asilos y jardines de infancia estatales. Se generó un sistema social hostil a la familia y a los hijos, con lo que se pusieron los cimientos de una sociedad muerta, fantasma, sin relevo, sin futuro. El hielo en el corazón fue sustituído por las luces de bengala de los pasajeros sentimientos.
La sociedad se ha estructurado en orden al individualismo, al "realizarse", a la exaltación del Yo, o mejor de la @ indefinida. La familia pierde hueco y, sin embargo, la solución no está en añorar tiempos pasados. Los cambios tecnológicos juegan a favor de la vuelta a la familia, basta sólo con quererlo.
La adecuación de la técnica, la reestructuración social, pueden hacer de nuevo compatibles "familia y trabajo", "hogar y modernidad", maternidad y paternidad con la realización personal contando con el otro y la estabilidad emocional y económica.
La solución, no el paraíso, pasa por el cambio de mentalidad integradora, en volver a ver como un valor social el "hogar estable", los papeles diferenciados de padres, hijos y abuelos, el valor insustituible de la maternidad y de la paternidad; lo que no obsta para ver el hogar como un proyecto compartido, ver la técnica como un elemento que facilita el trabajo en el hogar o la sede de trabajo virtual o el horario flexible cuando eso es posible. Nuevas soluciones integradoras que los políticos deben fomentar y la iniciativa empresarial hacerlas suyas.
El feminismo actual ha creado un enemigo de la mujer que es ella misma. El "machismo" son luces de bengala para llamar la atención. Los problemas de violencia doméstica no son los que configuran la mayoría de las realidades afectivas familiares, son la patología.
El mayor daño a la mujer es el "icono" generado por el feminismo: les vende el orgullo de ser ellas -o lo que quieran- y les clausura el baúl de su propio ser femenino. La uniformidad sociales como un revuelto de setas: las que salen perdiendo son las mejores en el sabor del conjunto. En este caso la seta más valiosa, la mujer, es la gran perdedora.
frid
3 comentarios:
Estas mujeres, unas me dan pena y otras me enfurecen por su maldad.
Con dos hijos, en casa pasamos siempre con el sueldo de mi (ya ex) marido. Llegábamos muy justos a fin de mes, y suerte que yo trabajaba en casa, bordando. Pero estaba en casa y cuidaba de mis hijos.
No salí a trabajar fuera hasta que ya estuvieron criados y nunca me he arrepentido.
Jamás me hubiese perdonado no cuidarlos yo misma y verlos crecer día a día, nada en absoluto me hubiese compensado de ello. Ya son mayores de edad y siguen conmigo, ¿cabe mayor satisfacción para una mujer?
Por ello repito que me dan pena estas que han basado su existencia en imitar al hombre, aspirando a una vida vacía y fría, en cuyo final estarán solas porque cuando ya no sirvan para trabajar ni satisfacer a un hombre en la cama, se darán cuenta del engaño sufrido y ya, sólo les quedará sumergirse en el olvido y la soledad.
lo has expresado perfectamente; en vez de ser "ellas mismas" son lo que dicen los demás que "deberían ser", sin un referente auténtico acorde a su propio ser, sus propias capacidades y su propio corazón.
Leona, gran comentario.
La ideología de género, feminismo de género, llamémoslo X está haciendo un gran daño a la sociedad. Hemos pasado de ser mujeres y hombres complementarios a ser competidores. Y, en pocos años, ya no seremos ni mujeres ni hombres; estos "iluminados" se habrán cargado todo concepto "natural" de la especie humana. Tengo un hijo de cinco años. El pasado viernes salió del cole con un papelito en el que me quieren recomendar qué tipo de juguete he de regalarle en navidad. En fin, sin comentarios...
Publicar un comentario