lunes, mayo 17

Volviendo a la Edad Media


Hubo una época en el que el trabajo se valoraba según su inmaterialidad; cuanto mas espiritual más digno. Por eso se consideraba que el trabajo de los monjes y de las Universidades hacía más digno al hombre, ya que cultivaba su espíritu, y más aún si ese espíritu se alimentaba del trato divino.

Con esa concepción la guerra era la tarea de los nobles, no tanto por el hecho de pelear sino por la necesidad de mantener el orden social. El noble derivaba el trabajo manual a los de abajo, a los siervos que en esa concepción medieval estaban vinculados a la tierra.

Esa estructura social piramidal no era muy diferente a la de las castas y de las sociedades tribales actuales. Las castas condenan al ser humano a un menester por su nacimiento. Pero las tribus le condenan a la pobreza que, algunos cretinos denominan "identidad cultural".

Cuando la teología del trabajo analiza esta situación corrige este planteamiento derivando la dignidad del trabajo en tres aspectos: la perfección con que se realiza, el servicio que presta a la sociedad y el amor a Dios que se pone en él. En ese sentido San Josemaría Escrivá abrió un gran horizonte para la reflexión.

Hace pocos años la tentación de muchos era dedicar al trabajo todo su afán, la profesionalitis, con grave descuido de otras ocupaciones familiares y sociales del individuo. Quizá por esa razón, por esa borrachera en el hacer, llegaron esos locos que se autodenominan políticos y se pusieron a organizar la sociedad porque los demás no teníamos tiempo.

Hoy sigue habiendo una sociedad piramidal: arriba de la escala están los privilegiados, los dirigentes, cuyo objetivo es permanecer, manejar nuestro dinero en aquello que les parece bien, cambiar nuestro modo de pensar, y que no nos rebelemos. Ellos son los pastores, pero de los que viven de las ovejas.

El segundo escalón de la sociedad son los órganos asociativos que nos representan: sindicatos y asociaciones empresariales, incluyendo la SGAE con sus abusos manifiestos. Se han erigido en voceras, mas que en portavoces, de los de abajo para exigir nuestros derechos, pero en realidad, se han convertido en grupos alimentados por los iluminados que nos gobiernan. Ceban a diez que dicen representar a cien y les sale más barato.

Y luego estamos la clase de la gleba, los ciudadanos que sufrimos los recortes salariales del 5% para que ellos puedan seguirse alimentando, o el estancamiento de las pensiones mientras planea sobre los jubilados la"eutanasia solidaria", o las madres valientes que se animan a tener hijos, nuevas ovejas para ser esquilmadas por los nuevos dirigentes.

No es de extrañar esa inquina de los progresistas a la obscura edad media, porque repiten sus errores pero sin ninguna de sus virtudes.

Los "intelectuales medievales" inventaron la tregua santa, la protección del lugar sagrado, las virtudes que debían impregnar al caballero cristiano, el descanso dominical, los hospitales, las escuelas, las Universidades, las Bibliotecas... con las que procuraron humanizar y educar un tiempo sin tantos adelantos técnicos pero que se esforzaba, con altibajos, en ser más humano.

frid

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