He leído a bastantes autoras, con algo de sensatez, quejarse del feminismo actual que reniega, prácticamente, de la condición femenina de la mujer y pone todo su empeño en masculinizarlas.
Quizá, detrás de esa tendencia, haya algo de maniqueísmo cultural. Es una rebelión de la mujer contra su propio cuerpo. Es un intento de eliminar la atadura de la maternidad, pero también del efecto que su corporeidad tiene sobre su espíritu: la feminidad; que es lo que les hace interesantes al varón; y -en sentido contrario- los que exaltan el género como elección intentan arrebatar al hombre su peculiaridad tanto corporal com anímica: hombres afeminados y mujeres hombrunas serían el ideal del feminismo cultural, lo que es, sencillamente, una monstruosidad.
Las plantas no se pueden entender sin flores, los animales sin sexo diferenciado,la especie humana sin la complementariedad de los adanes y las evas. La mujer es, entre otras muchas cosas, la fecundidad, la vida, la maternidad. Además con ejemplos numerosos, ha demostrado que consigue lo que quiere, que su tesón supera muchas veces al del varón y que -desde siempre- ha logrado ser una figura de realce social.
En el Antiguo Testamento tenemos ya magníficos ejemplos, desde Rebeca decidiendo la herencia de Isaac, pasando por Judit, juez de Israel, a la Reina de Saba, una intelectual que fue a escuchar la sabiduría de Salomón, a Ester, salvadora de su pueblo Israel. Pero también hay que citar la mujer más grande que en tiempo ha habido, la Virgen María, que excede en dignidad a cualquier varón. O bien Lidia, comerciante de púrpura, con casa propia y puerta de la evangelización de Europa.
Regine Pernaud, historiadora francesa, rescata del Medio Evo la historia de grandes mujeres intelectuales, cultas y con poder; el Renacimiento, según muestra Isabel del Río, está lleno de artistas femeninas, pero también de intelectuales humanistas como Margareth Moro, hija preciada de Tomás Moro con la que podían mantener cultas conversaciones los humanistas que visitaban su casa.
Me permito esta divagación para sostener que el feminismo no lo han inventado los adalides de la "ideología de género", que no son en absoluto necesarios y que un auténtico feminismo implica: la aceptación de la corporeidad femenina (estar contenta consigo misma) y la aceptación de la igualdad espiritual con el hombre, con la peculiar incidencia de la corporeidad. No necesita de cupos sino de tiempo.
La esclavitud implica encadenar a alguien con papeles impuestos, diferentes a su propio ser. Negar el don de la maternidad es negar a la mujer, y también es negar al varón. ¿Maternidad de probeta? Puede que fabriquemos en laboratorio seres humanos separados del acto unitivo y del placer de esa unión. Los seres humanos que vean así la luz serán hombres o mujeres; pero los que aboguen por ese modelo han renunciado a un humanismo integrador de la realidad de nuestras diferencias y anularía la intimidad de dos para convertirnos en meros elementos productivos: nacidos para el sistema.
Pero ¿qué ama el hombre en la mujer o la mujer en el hombre? Por supuesto que su atracción es de complementariedad. Esa complemento genera una unidad, la unidad familiar, un reducto de libertad y de paz donde se recrea toda la creación, donde el hombre "nace" en un ambiente de amor y donación total. La familia es un reducto privilegiando de amor, libertad y autonomía. Puede que la liberación feminista lo que pretenda no sea otra cosa que erradicar el "amor" humano de la faz de la tierra.
Es claro que el futuro no irá por ese camino, que las feministas que odian a las mujeres serán cada vez una minoría, pero... mira por donde, un vicio femenino, el "secundar las modas" les lleva a seguir, por ahora, una moda que las condena a no ser mujeres.
frid
1 comentario:
Completamente de acuerdo contigo, Federico. Parece que la nueva preocupación propagandística de nuestros tiempos es cambiar rápidamente los patrones establecidos para susutituirlos por otros nuevos que poco más tarde habrán de ser nuevamente ignorados.
Creo que así seucede con el feminismo. Hace tiempo escribí un artículo similar al tuyo que nunca llegué a publicar por cierto miedo a estas feministas de nuevo cuño. Ahora, con el tiempo, me voy a decidir a hacerlo ya que ni les gustaba antes ni les voy a gustar en el futuro.
Enhorabuena por el artículo que incide en lo verdadero: negar la femeneidad.
Saludos.
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