
Los nuevos ministros tienen, según Rubalbaba, la misión de hablar, incluso del ministerio del otro: sólo les queda la palabra. Porque "Presupuestos", dinero a invertir no hay. Nos han arruinado. Y es razonable que nadie confíe en aquel que le ha desvalijado la caja.
No valen caras nuevas si el patrón es el mismo. Pero ¿es el patrón o la ideología la que lleva a la ruina? ¿No será este socialismo experto en gastos, en sectarismos, en ideologías, un sistema inexperto en bienestar, en progreso real, en paz, en libertad?
Si el sistema ha fallado ya dos veces en democracia, no será que es incapaz de prestar servicio a la sociedad. ¿No será la hora de la refundación de otra cosa de sensibilidad social, de búsqueda del bienestar de todos, de fomento de la iniciativa personal? Pero es que eso significa cambiar a los líderes políticos de izquierda para que en vez de hablar de solidaridad, sean realmente solidarios; que en vez de enriquecerse, enriquezcan a los ciudadanos. Y es por eso que no dan confianza: viven bien mientras nosotros cada vez vivimos peor.
Enfrente de ese sistema fracasado hay un partido político al que la izquierda ha intentado eliminar de la vida pública a través de un pacto vigente pero del que no se habla: el pacto de Tinell. La opinión pública manipulada ha generado desconfianza ante la alternativa de relevo. La desinformación ha generado dudas. Pero, las cosas están tan mal que lo que la sociedad percibe es que a pesar de la ola de propaganda, la alternativa debe probarse.
Sin embargo late un problema real de confianza: corrupción hay en todos los lados donde un político se mueve. Se habla de regeneracionismo, de cambio del modelo autonómico, de control del gasto público. Se habla de una nueva actitud ante la política que, curiosamente, es más liberal. Menos política y más sociedad civil. Más búsqueda de la gestión eficiente de los recursos que de la gestión pública. Menos gasto público y más fomento de la actividad económica empresarial. Menos ayudas a elefantes empresariales de los nuevos INI´s autonómicos o municipales y más fomento de empresas que tengan visos de rentabilidad y de devolver la inversión.

La recuperación de la confianza pasa por el cambio de modelo en lo que esperamos de los políticos y, probablemente, en el cambio de "casi" todos los políticos no tanto por una nueva generación (juventud e ilusión) sino por una nueva concepción de servicio público (regeneración moral).
Ese sí que es un gran reto para el gobierno que sustituya al de la ya triste figura de Rodríguez Zapatero.
frid