lunes, octubre 25

La confianza y la política

Hoy nuestros políticos no dan confianza, el Gobierno de España tampoco. El haber tenido un presidente que ha mentido mucho, pero mucho, ha generado el fruto razonable de ese árbol: de él no se fía nadie. Los suyos tienen que llevarlo en el barco porque temen hundirse ya sin él o con él. Y la última remodelación de ministerios ha sido vista en la prensa extranjera como últimos cartuchos de una escopeta sin fuelle.

Los nuevos ministros tienen, según Rubalbaba, la misión de hablar, incluso del ministerio del otro: sólo les queda la palabra. Porque "Presupuestos", dinero a invertir no hay. Nos han arruinado. Y es razonable que nadie confíe en aquel que le ha desvalijado la caja.

No valen caras nuevas si el patrón es el mismo. Pero ¿es el patrón o la ideología la que lleva a la ruina? ¿No será este socialismo experto en gastos, en sectarismos, en ideologías, un sistema inexperto en bienestar, en progreso real, en paz, en libertad?

Si el sistema ha fallado ya dos veces en democracia, no será que es incapaz de prestar servicio a la sociedad. ¿No será la hora de la refundación de otra cosa de sensibilidad social, de búsqueda del bienestar de todos, de fomento de la iniciativa personal? Pero es que eso significa cambiar a los líderes políticos de izquierda para que en vez de hablar de solidaridad, sean realmente solidarios; que en vez de enriquecerse, enriquezcan a los ciudadanos. Y es por eso que no dan confianza: viven bien mientras nosotros cada vez vivimos peor.

Enfrente de ese sistema fracasado hay un partido político al que la izquierda ha intentado eliminar de la vida pública a través de un pacto vigente pero del que no se habla: el pacto de Tinell. La opinión pública manipulada ha generado desconfianza ante la alternativa de relevo. La desinformación ha generado dudas. Pero, las cosas están tan mal que lo que la sociedad percibe es que a pesar de la ola de propaganda, la alternativa debe probarse.

Sin embargo late un problema real de confianza: corrupción hay en todos los lados donde un político se mueve. Se habla de regeneracionismo, de cambio del modelo autonómico, de control del gasto público. Se habla de una nueva actitud ante la política que, curiosamente, es más liberal. Menos política y más sociedad civil. Más búsqueda de la gestión eficiente de los recursos que de la gestión pública. Menos gasto público y más fomento de la actividad económica empresarial. Menos ayudas a elefantes empresariales de los nuevos INI´s autonómicos o municipales y más fomento de empresas que tengan visos de rentabilidad y de devolver la inversión.


La recuperación de la confianza pasa por el cambio de modelo en lo que esperamos de los políticos y, probablemente, en el cambio de "casi" todos los políticos no tanto por una nueva generación (juventud e ilusión) sino por una nueva concepción de servicio público (regeneración moral).

Ese sí que es un gran reto para el gobierno que sustituya al de la ya triste figura de Rodríguez Zapatero.

frid

jueves, octubre 21

Los límites de la vida: no es relativismo, es conveniencia

¿Donde está el límite para respetar una vida humana? Me dio un poco de luz una conversación con un "relativista" racional, de esos que llegan a sus últimas consecuencias. Él comentaba que el valor de la vida era un asunto de opinión: "discrepan autores", luego al final cada uno es libre de pensar en qué momento le da valor a una vida, y en que momento puede echarla por la papelera.

Consecuencia: si eso es así, la sociedad no puede proteger ninguna vida. La única razón de la pena por matar sería de "orden público", para que haya cierta paz social. Nuestra vida sería relativa porque o es universalmente protegida y considerada intocable, o no es protegida en absoluto.

La vida, como valor relativo, está indefensa ante la opinión contraria que podría ser mayoritaria. Ese es el ligero paso para aplicar la "pena de muerte" al ideológicamente contrario, previo a definirlo como "inadaptado", "problema social", y aplicar la "eliminación de un elemento vivo improductivo, hostil, molesto, enfermo, antieconómico, o cualquier definición que les parezca".

Eso sí: no serían hombres a los que eliminasen, como la genial Aído asevera al hablar del aborto, serían "seres vivos pero no humanos" o "no personas humanas" porque la sociedad los descatalogaría como tales en su Derecho Positivo.

Hoy el límite de la vida está marcado por tres egoísmos:

El de la madre que no quiere asumir la consecuencia de su embarazo. Además hay que tener en cuenta el negocio del aborto y la soledad provocada por los propios familiares en caso de no ceder al aborto.

El de los familiares que no quieren asumir el cuidado de un enfermo terminal, de un disminuido psíquico o físico. También el de los Gobernantes que quieren ahorrarse los gastos sociales.

El de la persona que no quiere vivir porque para ella no tiene sentido ni el dolor, ni el fracaso, ni la vergüenza ante una acción innoble.

El Estado es sólo el reflejo de los "límites egoístas" que las personas que lo componen se han trazado.

Y, ojo, no son locos los que definen al "inadaptado" como un problema social que puede ser eliminado: son los "ius-positivistas" o "progresistas" que ya nos encontramos incluso en ¡tertulias de café!

Y es que como ellos mandan no se plantean todavía que otro pueda definirlos a ellos como "inadaptados" y eliminarlos.

No nos extrañe que estos existan: los gulabs y los campos de exterminio son inventos de Occidente.

frid

miércoles, octubre 6

¿Ídolo o Santo?



El ídolo es en realidad un sustituto de Dios, su significado está unido a la "adoración indebida", a dar a otro un culto falso. Sin embargo en nuestra civilización el "ídolo" es un término que la juventud asemeja a alguien estupendo, a un cantante magnífico, a un tipo "guay", a quien se le sigue a ciegas. Probablemente casi todos esos ídolos no soporten un análisis en serio de su personalidad: cantantes drogadictos, directores de cine acusados de peredastria, actores divorciados y vueltos a divorciar, frívolos, eso sí "cautivadores" como los viejos ídolos mostrando una imagen falsa del ser humano, una apariencia que se sustenta en almas desgraciadas.



Pero la sublimación de la modernidad es el "icono", que es un ser humano al que se le ha vaciado de contenido real y se le ha rellenado de mensajes atrayentes. Un ejemplo claro "el Che": sinónimo de libertad y rebeldía, cuando realmente fue un tirano, un hombre de gatillo fácil y uno de los que luchó por la implantación de un régimen comunista, del marxismo tiránico que atenaza todavía a los cubanos y que hizo millones de muertos en Europa, Asia, África y América. Y, sin embargo, el icono significaría "la verdadera faz", una pintura reservada para Cristo y, después para la Virgen y los Santos en la cultura oriental. Un cambio de sentido casi salvaje: de "verdadero" a "falso", de una imagen fiel a otra manipulada.

Entre lo humano es mejor ser "modelo", mostrar con la vida algo que se sabe hacer bien y ponerse como ejemplo a la juventud en ello. Lo ideal: modelo de virtudes vividas con alegría, de laboriosidad que lleva al éxito respetando a los demás hombres. Un triunfador con moral. Hoy los modelos que privan son los que triunfan a cualquier precio y que no les pillan. Pasan a ídolos. Y, si caen, a ídolos caídos.



Pocos podemos ser héroes, porque para que eso pase deben acontecer circunstancias extraordinarias. Un héroe no se hace de la noche a la mañana, pero surge así. Para que no huya como un cobarde ha de ser fuerte, recio, generoso, valiente. Los bomberos que entraron en las Torres Gemelas hicieron un acto heroico, buscaron salvar vidas humanas aunque perdiesen la suya. Teresa de Calcuta fue héroe día a día inmolándose en una vida de servicio a los hombres, a los que nadie quería. Lo hizo de tal modo que buscó también agradar a Dios, vio a Dios en los hombres, y se hizo un "modelo de santidad".



Santo es el héroe cristiano, el modelo cristiano, el que además de vivir una vida de santidad es ejemplar. Además hay millones de santos anónimos, cuya heroicidad diaria no transciende: madres entregadas por sus hijos, aquel hermano que se ofrece a cambio de su otro hermano en un secuestro, los que cuidan enfermos incurables, los que no aceptan un soborno, y tantos otros que día a día construyen un mundo mejor.

Nuestro mundo sobrevive por los santos y por los hombres justos, son lo estable, el referente, los que muestran la altura a la que puede llegar un ser humano. Son los ejemplos que vio Víctor Frankl entre algunos prisioneros de los Campos nazis: cuando no parecía que hubiese nada de humanidad, personas heroicas en esas situaciones límites le devolvieron la fe en el hombre.

Y de la fe en el hombre, criatura, surge más fácil la fe en Dios, Creador, capaz de plasmar del barro de la tierra seres que dan su vida por los otros.

Y, uno de ellos, Cristo, hombre y Dios, que nos mira desde el heroísmo de la Cruz y proponiendo un modelo a seguir sin sombra alguna.



frid