El otro día estaba comentando con un amigo la "manía" de control que tenemos en los Organismos Públicos, ahora con eso de querer colocar un medidor de caudal en todos los aprovechamientos de aguas. La gran mayoría de ellos son pequeños huertos familiares y es casi imposible instalar ahí un sistema de medición. Pero ¿es necesario hacerlo?
La mentalidad estatalista tiene a su servicio hoy en día un sistema informático que hace posible, casi de modo inmediato, con conexión con el usuario y a tiempo real, conocer multitud de aspectos de la vida de un ciudadano. No me extrañaría que, incluso, detectasen ¡¡¡cuando enciendo una bombilla en mi dormitorio!!! Sí, el poder de la técnica al servicio del Poder puede ser agobiante, y hay muchos subterfugios para saltarse la "ley de control de datos" e incluso para justificar el "control selectivo de datos", como algunos del PP avisan sobre la Fiscalía general del Estado.
El control "por el control" es la tentación socializante que impera en este mundo "progresista", que al tiempo da barra libre de "ombligo para abajo".
Mi personalidad es pacífica, y entiendo que hay controles y "controles", que deben ser fruto de una necesidad del bien común y que debe ser sostenible su realización.
Los Ayuntamientos, que ofrecen un servicio de aguas a los vecinos de una localidad, tienen el razonable deber de poner un contador en las viviendas y cobrar el agua de acuerdo con la demanda. Hay unos gastos que la comunidad debe asumir. Pero, incluso, ese control debe hacerse con racionalidad y proporcionalidad sabiendo que hay un límite a la rentabilidad de esas medidas.
La mentalidad socializante tiende a considerarnos números de una suma, de una suma que tienen que hacer. Y si definen lo que son los hábitos saludables de consumo o de vida, comienzan con estadísticas y acaban con leyes obligatorias y controles exhaustivos. Y ahí es donde se puede afirmar "el control es inmoral", es una invasión de la intimidad, pero también de la esfera de competencia propia.
Esa mentalidad no es "progesista" porque entronca con la del "príncipe absoluto" que busca recurso económico controlando el diezmo de los productos de la tierra y la obediencia y veneración absoluta. En ambos casos lo que no se controla es sólo porque "no se llega a ello" o "no se saca ningún provecho directo".
Como ahora se llega a más la sombra del control es amenazante; más aún cuando el Estado se ha propuesto la maquiavélica meta de modelar nuestro pensamiento a través de la Educación para la Ciudadanía; cuando se ha propuesto determinar sobre nuestra salud y los hábitos sostenibles de consumo; cuando se ha propuesto salvar el planeta de la plaga de seres humanos; cuando ha decidido sustituir "nuestra inmadurez congénita" y nuestros viejos métodos de formación en el núcleo familiar con la "madurez impuesta" de la tutela de papá Estado.
Y detrás del rostro sin alma del Estado están las personas "socializantes" llenas de buenos sentimientos por la Humanidad y dispuestos a hacer, por ella, todos los sacrificios que precisen de "nuestra libertad", en definitiva... avanzan sobre un sistema de control inmoral que es preciso frenar.
Hoy en día las leyes nuevas deberían ser escritas con goma de borrar
frid
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