viernes, septiembre 17

Políticos: que ni se noten

La calidad de un producto hace que éste parezca natural, que no desentone, que cuando se contemple parezca que su lugar, el de siempre, es ese... que ha nacido para estar ahí.



Yo creo que el político debería ser algo así como la sal: da sabor, fomenta la convivencia, impulsa el progreso, pero sólo una mente aguda puede darse cuenta de la cantidad de cosas que hace de modo callado y silencioso.

Sin embargo alguno me dirá que soy un utópico, que el sueño de todo hombre público es tener en la plaza de su pueblo una estatua de bronce donde las palomas posen y dejen sus deposiciones, que se estudie lo que han hecho en los libros de Historia y dejar una huella imborrable de su servicio a la Humanidad. Trabajan para la galería y construyen mundos de papel cartón que, a pesar de sus intentos, no son estables como nada de lo humano.


Político y "conducator" parecen aunarse cuando surge algún iluminado en la arena pública. Y ¿cuántos no son iluminados? O mejor ¿Queda alguno normal que conozca su propia capacidad?

Adquirir el poder y pensar que uno es un ser distinto a los demás, con misión mesiánica y con la obligación de reestructurar la sociedad según sus novedosas ideas es todo uno.

Y, realmente, la política no está hecha para "revolucionar la convivencia" sino para "acompañar el desarrollo de la sociedad". Ocasionalmente hay momentos en los que es preciso intervenir de modo fuerte para evitar una epidemia, resolver una crisis de caballo, enfrentarse a una invasión, resolver el problema del hambre en el país o fuera de él, invertir medios para encontrar la cura del Sida, del paludismo, de la peste. Pero en circunstancias ordinarias, ante una sociedad sana, la actitud "paternal" del político no puede ser paternalista.

La vida sana no necesita al médico, pero va con regularidad a hacerse una revisión. La sociedad sana no necesita que el político se haga omnipresente, sino que esté vigilante para mantener la salud de su pueblo.

Y, ahora, cuando los políticos en vez de facilitarnos la vida intervienen hasta en el modo en el que debemos pensar, es más necesario que nunca recordar que su labor no es la del intruso, ni la del predicador, ni la del educador... sencillamente la del cuidado de la cosa pública, de la armonía de la convivencia y de las condiciones de desarrollo y paz entre su pueblo y con los demás pueblos.


Hoy los políticos sobreactúan y la sociedad, los ciudadanos de a pié, estamos hartos de tanta estulticia, porque si no fuesen tan "marujas" su idiotez y su falta de calidad "actual" no se notarían tanto. Y, pienso, viviríamos mejor porque no se dedicarían a "no dejarnos vivir".

frid

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