Acabo de ojear un libro de una Fundación de una empresa hidroeléctrica, todo él una mezcla de datos y de consejos de esos que se denominan "buenas prácticas ecológicas", orientado para el ama/amo de casa, para el agricultor, para el oficinista, para los transportes, etcétera. En definitiva... miles de consejos para miles de actividades con el objetivo noble de "salvar el planeta".
En la bibliografía se incluye a ese demagogo llamado Al Gore con sus afirmaciones sensibleras y su manipulación de datos sobre el calentamiento global y las causas antrópicas del mismo.
Mal huele aquello que tiene malos frutos, y si el fruto ha sido la "planificación de la población", el ataque sistemático a la familia, a la procreación humana y el lograr un lamentable envejecimiento global ya reconocido por la misma ONU, santuario actual del progresismo y de la cultura de la muerte, es claro que las personas de bien desconfíen y se asombren.
El asombro está motivado por esa aparente buena intención de los profetas de desgracias, de esa lamentable desgracia que podremos imaginar viendo la película "The road", un gris ceniza fruto del holocausto nuclear. Y también porque muchos de los consejos son buenos para todos, en especial para la economía doméstica y la salud: la bicicleta fomenta el deporte y la vida sana; el control de las pérdidas energéticas con sencillos burletes facilita el confort y la economía familiar; el no tirar la basura a la calle o al campo es loable incluso por la labor educadora de nuestros jóvenes.
Pero, detrás de esos consejos ecologistas hay empresas que se benefician, hay subidas del precio de la luz, hay impuestos nuevos y, lo que es peor, nuevas leyes que coartan la libertad y controlan nuestros pequeños hábitos. Y, nos hacen, hacia el exterior, unos egoístas perfectamente saludables.
La economía sostenible del ecologismo advierte del exceso de población. Han logrado que "libremente" matemos a nuestros hijos y ahora, ante la insostenibilidad de las pensiones y ante el envejecimiento global, avanzan para que también libremente matemos a nuestros ancianos.
Hay camelo en esa nueva religión en la que "más importante que hacer el bien a los semejantes" es "salvar el planeta matando a nuestros semejantes", si bien "por ahora" sólo cuando no se ven o cuando están enfermos o son mayores.
Hace tiempo leí un artículo que sostenía que el hombre era el único ser vivo que cuidaba de sus ancianos y sus enfermos. Ahora ya no va a ser así porque el "super-hombre", el "hombre-ecológico" será una maravilla, pero no será humano.
frid
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