jueves, junio 30
Las tareas pendientes de un presidente saliente
jueves, junio 23
El fundamentalismo en política

Sin embargo, por lo que se puede observar, en el Oriente donde la mayoría es musulmana, hay otro fundamentalismo religioso derivado de la interpretación literal del Corán.
Mientras que en el primer caso son mentes que se consideran privilegiadas las que imponen su visión, una concepción de la vida pública y organización social elaborada por seres humanos; los segundos basan su autoridad en el mandato de Dios.
Los nuevos ilustrados son bastante uniformes en sus planteamientos, lo que asemeja sus postulados a los mandatos de una nueva religión sin Dios. Y, mientras afirman que la verdad es algo relativo o imposible de conocer, derivan como conclusión que el consenso es la clave del asentimiento de la razón, y que debe imponerse a modo de verdad. Al mismo tiempo tienen unos postulados obligatorios cuando el consenso va por distintos derroteros que los suyos (véase el caso húngaro y el escándalo que supone que con fondos de la UE un Estado Soberano promueva la defensa de la vida humana).
Los fundamentalistas religiosos, que no existen en el cristianismo ni en el judaísmo, se basan en algo indiscutible: en la voluntad de Dios; lo que es discutible es que “eso sea la voluntad divina”. Ahí viene bien lo que Benedicto XVI dijo en Ratisbona, Dios no se opone a la razón; Dios es Amor; Dios no se impone sino que Él quiere que el hombre se adhiera a la Verdad con libertad.
Curiosamente estas afirmaciones también están en el Corán, el previo a la Hégira; y muestra como Mahoma en su primera etapa estaba muy cerca del judaísmo y del cristianismo, si bien el cristianismo que conoció fue el de los Evangelios apócrifos.
El fundamentalismo laico es contradictorio: parece humilde al negar a la inteligencia su capacidad natural de conocer la verdad; y sin embargo es tan soberbio que pretende, en ese relativismo aparente, nada menos que alterar la propia naturaleza, siendo su avanzadilla ideológica la ideología de género.
El fundamentalismo islámico también parece humilde al negar a la inteligencia la capacidad de preguntarse cuando deduce algo que parece opuesto al “libro”; pero tiene la latente pretensión de ser el único intérprete de la voz de Dios.
En un equilibrio constructivo, surge la auténtica vía para la convivencia pacífica: la verdadera humildad de pensar que la razón está bien fabricada, por lo que está capacitada para descubrir la verdad; y que Dios, creador del hombre en su integridad, no entra en contradicción con lo que él mismo ha creado. De ahí que puedan establecerse el consenso en la legislación en muchos casos por la evidencia del bien que se deriva de lo legislado y que pueda defenderse esa postura no sólo por el apoyo de un número considerable de personas sino porque se puede mostrar su excelencia o conveniencia.
frid
martes, junio 21
La libertad esclava

Cuando Rodríguez Zapatero afirmó que "la libertad os hace verdaderos", trastocando los términos del famoso texto bíblico "veritas liberabit vos" quiso, sin duda, sentar las bases de una revolución copernicana en el enfoque de la libertad eliminando toda referencia a sus motivaciones.
Una libertad así, sin límites, parece que está ensalzada, pero en su misma elevación lleva su ruina. La libertad sin verdad es ciega. La elección según la apetencia se transforma en espontaneidad y se animaliza. El instinto acaba echando a la razón como centro motor del obrar.
Pero es que esa libertad, así entendida, va contra la propia naturaleza humana y contra toda evidencia. Hay actos que nos hacen daño o lo hacen a los que nos rodean: la borrachera, la drogadicción, el robo, el asesinato, el acto terrorista.
La naturaleza humana o el orden social sufren con determinadas elecciones, y otras –sin embargo- sí que nos hacen libres. El camino de la virtud capacita al hombre y le hace fiable ante los otros, la laboriosidad le hace fructificar, la generosidad introduce paz en el orden social, la alegría genera confianza. Es evidente que esos actos son más acordes al ser del hombre y son el mejor ejercicio de su libertad.
Por eso, porque no todo es igual, porque no es lo mismo eliminar una vida que mantenerla, gozar de un matrimonio estable que fracasarlo en el divorcio, decir la verdad que engañar, las leyes humanas no sólo son el consenso sobre actos igualmente indiferentes, sino que son un ordenamiento hacia el bien del hombre. Y, según ese bien, habrá leyes que se impongan por su propia naturaleza como las que protegen la vida; otras porque son las más convenientes como las que establecen protecciones jurídicas a los contratos; otras porque son fruto de la moda o la cultura de nuestro tiempo.
La libertad no se puede corromper transformándola en indiferencia; su ejercicio debe ser racional aunque las pasiones tengan su parte, pero no puede caer en la sumisión al instinto. Y los legisladores deberían partir de la realidad del hombre para legislar, no de los mundos imaginados que, por irreales, acaban esclavizándonos.
frid
jueves, junio 16
Relativismo contradictorio

martes, junio 14
Insensibilidad democrática
domingo, junio 12
Normalidad democrática
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Aragón Liberal
lunes, junio 6
Vértigo

miércoles, junio 1
La naturaleza humana y la política
