miércoles, junio 1

La naturaleza humana y la política


Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que todo el mundo sostenía tanto la inmutabilidad de la naturaleza humana como los principios derivados de ella que estaban en la base de la sociedad civil y política, se era respetuoso con ese primer ecologismo: el humano.


Ese tiempo ahora, curiosamente, parece como muy lejano, porque lo que está de moda es negar todo lo anterior y afirmar que el ser humano se construye, su naturaleza se redefine y se violenta esa primera ecología, mientras reclamamos respeto al medio natural y a mantenerlo inalterado.


Algunos sostienen hoy que el ser humano es como un "virus de la naturaleza", un elemento a limitar y a tratar como una plaga y redefinen políticas de natalidad basadas en dos principios: la reducción del embrión al estado de "cosa", pues su vida es menos valiosa que la de un embrión de chimpancé; y la eliminación de la fortaleza de la familia como elemento responsable de la transmisión de valores obsoletos.


Esos mismos personajes sostienen que la esclavitud ha sido felizmente superada; pero a los embriones y seres humanos antes de nacer los han reducido a unas condiciones peores que la de esclavos: cobayas humanas para la investigación; y mientras claman contra el tráfico de órganos o de blancas, ellos mismos no tienen inconveniente en crear bebés "medicamento".


Los derechos humanos han decaído a ser meros convenios sociales, aprobados o excluidos por el consenso y dejan indefensa la persona que está así totalmente sometida a los otros, a la mayoría o al poder del más fuerte. De hecho las leyes de "no discriminación en el trato" han discriminado al hombre como varón y, en España, incluso han eliminado la carga de la prueba en caso de denuncia de parte.


Es claro que hay un intento consciente de destruir la familia a base de intromisiones en la autonomía familiar con prejuicios ideológicos creando la inseguridad del varón y forzando en la escuela una caída de valores llevando al modelo relativista en contra de la autoridad de los padres.


En el fondo se está buscando un nuevo modelo de estructura social igualitaria e individualista, donde el Estado asuma toda la competencia de la formación de los nuevos ciudadanos, donde la diferencia sexual sea irrelevante, y donde las relaciones hombre - mujer se conviertan en mero consumo de placer sin un proyecto común.


Es claro que ese intento está avocado al fracaso, es corrosivo y anti-natural, anti-ecológico. Sin embargo ha impregnado nuestras leyes vendiéndolo como progreso de la mujer o como lucha por la igualdad.


Nadie reclama actualmente en la sociedad un "machismo" existente más en la imaginación de los autodenominados "progresistas", pero nadie pide que la igualdad de oportunidades o la participación en las tareas del hogar, nos lleven a la "neutralidad" humana y a la eliminación de los papeles diferenciados en la familia.


Y es por eso que, si hay cambios políticos que permitan rehacer el tejido social, sea obligación de los gobernantes volver a reforzar desde la ley la familia y su autonomía.


frid

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