Un gran amigo me felicitó por el artículo Política, poder y virtud que escribí en el digital, pero añadió una coletilla que me preocupó: "que el artículo era interesante, pero que abordaba sólo el caso español".
Ciertamente al final del artículo muestro dos ejemplos que hacen referencia a España, pero mi interés era ser generalista, porque entendía que el problema es un problema planetario aunque suframos su virulenta expresión en nuestra tierra. Ya se ve que no fui suficientemente claro.
¿Qué proyecto internacional intenta modelar la sociedad a un nuevo paradigma? El progresismo. Y ¿qué es el progresismo? una extraña mezcla entre ideología de género, exaltación de lo homosexual, cultura de la muerte, omnipotencia para definir el bien o el mal desde las sedes parlamentarias, educación de la infancia en esos contravalores, tolerancia con el Islam e intolerancia con el cristianismo, ataques sistemáticos a lo católico y asignación de todo el mal del mundo a la creencia en Dios.
¿Es el progresismo un intento virtuoso? ¿es algo inocente? ¿realmente les interesa el bien de las personas sobre las que inciden?
Si consideramos sus frutos, no es así: familias sin padre o sin madre, hijos con varios padres, abuelos abandonados a su suerte en residencias de ancianos, geriátricos donde no hay punto de retorno porque se tolera la eutanasia como una práctica médica más, aumento del contagio del SIDA, violencia doméstica, alcohol, fracaso escolar. Esos frutos son frutos malos, y "por sus frutos los conoceréis". No nos hacen felices sino lo contrario.
Y si consideramos sus montajes, sus Institutos, sus Fundaciones, sus mensajes, tampoco podemos asegurar que les interesa la felicidad del hombre individual, o al menos la felicidad de los hombres que no pertenecemos a su grupo de iluminados: No protestan nunca cuando asesinan a católicos en países intolerantes (y no son pocos los católicos que cada año mueren en manos de los radicales), definen al hombre como la peor plaga del planeta, dicen que sobramos, nos equiparan a nuestros órganos de placer y nos definen como mera materia "pensante" de un modo muy particular: son las neuronas las que se auto organizan casi de modo milagroso.
Es claro que esas personas no tienen nuestro mismo concepto de virtud, pues para ellos es "un modo con el que pacificar a la ciudadanía" mientras les inculcan esas venenosas ideas de las que hablo.
¿España laboratorio progresista? Hasta ahí llego en nuestra peculiaridad, pero no tanto como para poder afirmar que es algo exclusivo y particular nuestro.
Así pues, aunque escribamos en Aragón, en un digital local, mi llamada es UNIVERSAL, y el problema también lo es.
La ingeniería social de la "cultura de la muerte", así llamada por Juan Pablo II desmontando el mito progresista, es realmente un peligro mundial que, además, cuenta con mecanismos de control técnicos que no pudieron soñar los que pusieron, en su tiempo, en marcha los modelos nacional-socialista y comunista.
Supongo que eso implica una siembra adecuada de un humanismo alternativo, más humano, mejor expresado, atrayente, alegre... que se muestra sobre todo cuando se ve convivir un grupo de familias sanas, como abundan entre los que procuran vivir su fe cristiana. Y esa tarea es una tarea MUNDIAL.
frid
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