miércoles, febrero 18

Inflación de dioses.

 
 
Sigo con mi lectura de escritores conversos del siglo XX, entre ellos unos apuntes sobre Malcolm Muggeridge que muestran su acercamiento a la fe desde el agnosticismo. Nacido en una familia socialista, tonteó con el comunismo pero vio el comunismo real soviético y tuvo la honradez de preguntarse y preguntarse hasta llegar al catolicismo, en parte ante el ejemplo y la oración de la Madre Teresa de Calcuta.
 
 
Pero mi reflexión hace referencia a algo colateral en su pensamiento si bien importante... esas ramas por las que deriva el discurso de un intelectual apuntan siempre hacia el cielo.
 
Comenta que hoy los seres humanos han dejado de adorar a Dios para adorarse a sí mismos. Hoy cada uno tiene un altarcito con su EGO para el que quema el incienso de su vida con pequeñas ofrendas del "placer inmediato". De alguna manera la cultura del cuerpo, eso de ser metrosexual, transformaría el altar del EGO a otro más prosaico: el altar a nuestra propia carnaza, a nuestras cachas, a nuestro aspecto saludable.
 
El hombre primitivo se sentía una criatura, se admiraba del orden del Universo y de las fuerzas cósmicas y, queriendo congraciarse con ellas, calló en la superstición de adorarlas. Pero no pensemos que la "evolución o progreso" nos hace más inteligentes que ellos. Junto a la superstición, la falta de confort, economías de subisistencia... existieron perlas de sabiduría en la civilización de Egipto, de Mesopotamia, de la exótica India, de la lejana China... siempre el hombre se ha preguntado los "por qué" y siempre ha alcanzado sabiduría.
 
Pero al margen de esas luminarias como Melquisedec, Confucio, los Magos de Oriente... en realidad el hombre siempre se había visto como un ser dependiente y daba culto a "otros".
 
Su progreso en la ciencia le hizo ver que la naturaleza seguía leyes, que era también dependiente, que era "criatura"... y ahí las frases del Libro de la Sabiduría y de San Pablo: en vez de reconocer al Autor del Universo, se hincharon con su propia ciencia, se hicieron vanidosos, y se entregaron a su réprobo sentir, o bien se abajaron a dar culto a las obras de sus manos: los ídolos.
 
En definitiva, aunque no adoraron a Dios, tampoco se hicieron dioses... a lo sumo daban culto divino al Emperador, al Sátrapa, al Faraón...porque entendían que lo de ser Dios era excesivo. Y todos eran testigos de la muerte de "esos dioses", o de esos "hijos de Dios"... y hablaban del tránsito al Paraíso.
 
Soberbios podrían ser, pero se sabían criaturas.
 
Los ilustrados de nuestro tiempo se hicieron ateos, se emanciparon de su condición de criatura y ellos mismos se erigieron en el "Centro del Universo"... todavía en tiempos de Napoleón se buscaba un Orden, orden basado en el "más excelente", en el "caudillo para el progreso". Se daba culto al Hombre en un hombre. Después se ha pasado a dar culto al Hombre en un Partido, en una idea de Progreso... y desde la "revolución del individualismo", desde mayo del 68... más bien se ha dado culto al Hombre en el altar de la voluntad sin freno... el hombre ha perdido la mayúscula.
 
Hoy el relativismo ha deconstruido la condición de criatura y de ser dependiente. No adoramos ni a Dios ni a sus obras ni a nadie... nos adoramos a nosotros mismos. Hay inflación de dioses y de altares a la propia divinidad.
 
El Parnaso Griego se ha quedado pequeño. La HUMANIDAD no hace feliz, el YO lo sigue intentando.
 
Pero esos "dioses" mueren, no creen en la eternidad y se angustian en pedir a los científicos que sigan "explorando" el elixir de la eternidad. No creen en nada, saben que morirán pero te comentan que vencer tal enfermedad o tal otra es cuestión de tiempo... y la vejez lo mismo.
 
Yo me consuelo con que moriré... Sería tan aburrido un "viaje interminable"... pero en mi caso creo en Dios, en la Eternidad y, muy importante, en la misericordia divina.
 
Pero esos dioses, que son tantos que si alguno desaparece eutanasiado no se entera nadie... ¿de verdad que ese incienso que queman en su propia excelencia o auto-afirmación, deja poso?
 
Si los dioses sobrantes del mañana se diesen cuenta que su exaltación es un estado transitorio... ¿no volverían a captar que el hombre es feliz cuando se reconoce como criatura? ¿no volverían a decir, como los niños, ¡papá! referido al Dios de los Cielos? ¿no dejarían el juguete de su "divinidad prescindible" y se arrodillarían ante el Dios imprescindible para que sigan existiendo?
 
Realmente en este mundo en crisis, en el que todo se devalúa... no vendría nada mal también la devaluación de esas "divinidades"... eso sí: Elijamos bien con qué Dios nos quedamos, no vaya a ser que volvamos a dioses inventados.

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