martes, julio 28

La quiebra de Zapatero (2) Su diálogo imposible

 
 
Ciertamente este artículo es algo "político" porque esta vez escribo por la cuerda floja de la opinión sobre un axioma del Presidente del Gobierno que ha sido "siempre" mera palabrería.
 
Cuando se establece un diálogo real es evidente que se escucha, y si se escucha es porque se respeta y se piensa que el otro tiene sus razones. Incluso al escuchar a Zapatero hay que hacer esfuerzos para comprender qué dice y el por qué. Sin embargo el comienzo de su mandato ya fue una brecha en la concordia y en el diálogo. El Pacto de Tinell que excluyó al Partido Popular de toda negociación, y con él a casi la mitad de los españoles, mostró un evidente "no diálogo", una mentalidad excluyente y una intolerancia propia de un sectario.
 
 
Ese pacto de exclusión se dinamitó sólo en el País Vasco y en Navarra; en Navarra por el talante dialogante del pueblo navarro, preocupado por unos pactos antinatura que podrían entregarla como rehén a unas negociaciones con los radicales nacionalistas, negociaciones llamadas al fracaso. En el País Vasco todo se redujo a la ambición del Lendakari electo, que siguió el ejemplo de Montilla: "primero Presidente" y luego hablaré con el inquilino de la Moncloa.
 
Aquí el diálogo fue un diálogo de intereses, no de interés en el bien común, sino de equilibrio de poderes. Y es que la ideología progresista no dialoga con la razón sino con la posibilidad real de dejar de gobernar, que es el único diálogo que entiende con la otra mitad de España.
 
Hoy España está mal, el mundo está en un bache económico sin precedentes. La globalización afecta a las economías superando la capacidad de los Estados. Y eso hace difícil que una política "sectaria" pueda sacarnos de la crisis. Por eso se oye a "progresistas" bienintencionados que "es preciso un pacto nacional", pero eso sólo es debido a la posición de debilidad que tiene un Gobierno que no dispone de la mayoría absoluta para imponerse.
 
 
Pero al tiempo que hablan de pacto, su entrega sin precedentes a la política local de Cataluña, muestra la falsedad del deseo de diálogo político. Sólo estamos hablando de equilibrio numérico: un razonable "pacto con los menos posibles", aunque con un no razonable "aunque sea a costa de ser injusto con los más posibles".
 
La sensación de "ese nuevo modelo autonómico" que ha sido el "reparto" para todos pero más para uno, es que  hay sonrisas porque todos reciben pero hay recelos porque el reparto no se ha hecho con justicia. Aunque, también, la medida de incrementar el gasto para apartar temporalmente el fantasma de la crisis, es muy discutible desde el punto de vista económico.
 
 
Chiringuitos, remodelación de calles o de polideportivos, o casetas de guardas, que surgen con la bendición de la letra E del Plan de choque contra el paro, no parece que dejen poso posterior. Y eso lo notan los empresarios que le han reclamado firmeza a Díaz Ferran con gran asombro de Zapatero ¿No eres de los míos? ¿Cómo me haces eso?
 
Y es que el diálogo ha quebrado también por partidista. Dice Germán que Zapatero es "antes que presidente, sindicalista", pues que le den una plaza en UGT o CCOO y deje España en manos de gente sensata, de esos que piensan que gobernar una nación es gobernar para TODOS.
 
frid

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