miércoles, julio 22

Reflexiones liberales: Límites en la libertad

 
 
El domingo pasado, bajando al Pilar en Zaragoza, vi en una esquina de la Lonja tres casetas "morunas" con sendos letreros incuestionables: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Un homenaje a la "Gran Revolución", la que nos logró la libertad, lástima que a golpe de guillotina.
 
 
Pero si a las personas hay que juzgarlas por sus obras, no por lo que dicen, la Gran Revolución supuso coartar la libertad a millones de franceses a los que se les persiguió por practicar la religión católica, y después se extendió esa persecución por todo el orbe cristiano con más o menos virulencia; supuso el enriquecimiento de una clase social con el expolio de otra al grito de "igualdad" y el fomento del odio de unos grupos sobre otros. La tinta que se utilizó en tal hazaña era tinta roja de "sangre inocente".
 
Sin embargo esa exaltación compulsiva de los principios, que no consecuencias, revolucionarios, tenía el atractivo de lo incuestionable. ¿Quién dice que no a ese trío de proclamas? Por supuesto que no es mi caso. Reclamo como todos y espero el mundo ideal en el que reinen la libertad, la igualdad y la fraternidad. Pero no las quiero como reinas absolutas, sino sometidas al Imperio de la razón.
 
La libertad que se exalta en la Revolución es la "libertad de ejercicio", pero esa misma libertad tiene al menos tres límites:
 
El hombre no puede hacer todo lo que quiere. Su libertad en ese sentido es libertad de criatura, acorde a su naturaleza limitada. No es Dios y no puede devolver la vida a los muertos ni otra muchos magníficos buenos deseos. Por ejemplo: no puede lograr el paraíso terrenal.
 
Mi libertad choca con la libertad ajena. Habrá conflictos cuando queramos o intentemos algo incompatible. Una buena razón para establecer derechos, deberes, prioridades, orden social, y buen gobierno.
 
Una vez ejercida mi libertad he quedado condicionado por mi elección. Y romper caprichosamente mi elección es muchas veces ser infiel, desleal, inconstante.
 
La Igualdad que se exalta es muchas veces injusta porque, además de despojar injustamente a unos para dárselo a otros como fue el caso del expolio de las desamortizaciones, no existe igualdad absoluta:
 
Todos nacemos desiguales, con distintas capacidades. Nuestra igualdad esencial comienza mostrando diferencias en el hecho de nacer: mi cuerpo, mis capacidades, mi entorno familiar.
 
Una vez que se ofrece la igualdad de oportunidades la libertad entra en juego y la elección la trastoca: puedo ser perezoso, descuidado o por el contrario laborioso, esmerado. Puedo hacer que rindan mis talentos o todo lo contrario.
 
La sociedad necesita el reparto de tareas: no es bueno que todos sepan hacerlo todo, la especialización es una riqueza... y además hay unas circunstancias que no controlamos: los incendios forestales de estos días de verano, la gripe A, el sida (si bien este último desastre está bastante relacionado con nuestras elecciones libres)
 
Y con respecto a la fraternidad nuestra obligación es tenerla ordenada. Es injusto quien se siente más cercano de los que mueren de hambre en África que de los que tienen necesidad en su propia familia. Si uno es solidario pero es injusto, no es "hermano de nadie", sino que busca tranquilizar su conciencia. Si no está lleno de buenos sentimientos pero descuida a su mujer e hijos es un magnífico mequetrefe. Si uno sueña con cazar leones en los pasillos de su casa y descuida su trabajo profesional es  un vago.
 
Curiosamente el que niega los límites a la libertad suele confundir la libertad de elección con "libertad para hacer lo que me apetece", lo que es lo mismo: "libertad en los instintos", una "libertad irracional" que en "fieras salvajes" implica que se las encierre en una jaula o se las dome.
 
Yo prefiero ser "hombre libre" que "fiera domada".
 
La libertad gobernada por la razón implica que el hombre se impone a sí mismo una ley, una ley que respeta a los demás como hombres libres, que acepta sus límites y se ve como criatura. Esa "libertad humilde" es grandiosa porque desbarata y hace innecesarias muchas leyes del "Estado gendarme" porque se gobierna sobre una sociedad sana.
 
Nuestros políticos que "venden" derechos nuevos, que no son otra cosa que instintos y pasiones viejas, nos hacen un flaco servicio ya que nos convierten en animales, gobernados por la irracional apetencia. Y, si mi apetece ¿por qué no voy a hacer barbaridades mientras no me castigue nadie?
 
frid

2 comentarios:

Sil dijo...

A veces escucho "para que este pais fuera libre, hubo que sacrificar mnuchas vidas" y yo me pregunto PORQUE??? en tono de indignacion, "la lucha es necesaria por la paz" Waht's??? en fin se pueden hacer miles de debates, pero mejor tratemos de vivir en paz y respetemos nuestra libertad, por Dios!!!!

cartapacio.liberal dijo...

Sil: siempre que hay una revolución hay violencia. Muchas veces son debidas a que un grupo quiere estar arriba y derrocar al otro, las palabras no son razones sino excusas. Nos hicieron la revolución, ellos se pusieron arriba, nos regalaron dos días unas cuchufletas y luego "Para salvar la revolución" comenzaron a ejercer la tiranía.

Esa es la Historia Universal.

La única revolución que no fue así fue la caída del muro de Berlín en el que el Papa Juan Pablo II ejerció otro tipo de influencia: el AMOR