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Estos días he leído de un tirón la nueva encíclica del Papa Benedicto XVI, sería muy aventurado añadir algo a la doctrina de un Papa, pero no lo es tanto comentar algo, desde mi punto de vista, para aclarar algunas informaciones vertidas en la prensa de gentes que, seguramente, no la han leído siquiera.
Me llamó Humberto ¿Fede, has leído la Encíclica? y me puse a la tarea porque algún periódico sensacionalista comentaba "El Papa condena el Capitalismo" o bien "condena los peligros del Capitalismo" y es eso semejante a lo que diría un padre a un hijo ante una comida sabrosa: "ojo, no te empaches", porque no hay nada de eso. Simplemente hay llamadas de atención a muchos asuntos mal resueltos por la sociedad actual.
La clave de la Encíclica daría para un artículo que llevaría a la siguiente conclusión: "cristiano, mira el mundo, la creación, los demás hombres, la sociedad, con los ojos de Dios", intenta ver como vería Él que es Amor.
Pero al mismo tiempo el Papa afirma claramente que "los deberes de la justicia son primordiales". Primero ser justo, luego superar la justicia y ser misericordioso. La superación de lo justo no es algo dialéctico, es un más que implica, como cimento y fundamento tanto la justicia conmutativa, como la distributiva. A eso se añade el "don", la donación gratuita que, en palabras de Juan Pablo II, es más propio de la sociedad civil y de las organizaciones intermedias.
El comercio con todo lo que ello implica, requiere unas relaciones de confianza, de lealtad y, por tanto de justicia. Es el ámbito de la justicia conmutativa. Los Estados que son los que proporcionan el ámbito donde pueden llevarse a cabo esas relaciones, tienen la misión de la justicia distributiva, y procurar que sigan sanas las relaciones comerciales y económicas.
El Papa deja claro que el orden social se fundamenta en una antropología de la dignidad humana, en la que el cristianismo que nos defiende como hechos a "imagen y semejanza de Dios" tiene mucho que aportar. El matrimonio, unión estable de un hombre y una mujer abierto a la vida, es el fundamento de la estructura social. Y los límites de la legislación están en esos derechos humanos y deberes, que no pueden ser manipulados por la mayoría. "Los valores no negociables de la dignidad y libertad humana" son el cimiento de una sociedad justa. Y eso muestra que el ámbito de la dignidad humana está íntimamente relacionado con el de la libertad.
Se habla de una ecología y una responsabilidad ante la creación, o ante la tierra en la que vivimos, la responsabilidad ante las generaciones futuras y el límite de la técnica: la ética y el respeto a la dignidad humana pero también el uso responsable y sostenible de los bienes de la tierra.
Se comenta la realidad de la globalización con sus oportunidades y riesgos. Globalización en el mercado, en la necesidad de una autoridad justa que regule el justo orden de ese movimiento mundial, pero con una visión correcta de la subsidiariedad y de la solidaridad entre las gentes y pueblos. Respeto a las culturas, respeto a las autoridades nacionales, regionales y locales, respeto a la iniciativa de la sociedad civil y respeto a la persona y a la estructura familiar.
La encíclica supone una continuidad de las encíclicas sociales como Rerum Novarun hasta la Populorum Progessio de Pablo VI, mostrando la continuidad y complementariedad de la doctrina de la Iglesia, pero también incorpora la visión de una correcta antropología de la Humanae Vitae defendiendo como fundamento del recto orden social a la unidad familiar abierta a la vida. También avanza sobre la viisión de Juan Pablo II sobre la "Hipoteca social de los bienes de la tierra" y una adecuada visión de la relación ética del hombre y la creación.
De todos modos, bien dice el Papa que la Iglesia no tiene un único camino para el recto orden social, que esa es tarea de los hombres y de los poderes públicos, pero su labor profética está en iluminar sobre los principios en los que construir ese orden y los riesgos posibles y las reales desviaciones existentes.
Riesgos de la globalización: la uniformidad. Riesgos de un inadecuado uso de la técnica: la manipulación de la vida humana. Riesgos de la exclusión de los "principios no negociables": la construcción de un orden social hostil al hombre.
Ahora nos toca hacer una segunda o tercera lectura y aplicar lo aprendido.
frid
Estos días he leído de un tirón la nueva encíclica del Papa Benedicto XVI, sería muy aventurado añadir algo a la doctrina de un Papa, pero no lo es tanto comentar algo, desde mi punto de vista, para aclarar algunas informaciones vertidas en la prensa de gentes que, seguramente, no la han leído siquiera.
Me llamó Humberto ¿Fede, has leído la Encíclica? y me puse a la tarea porque algún periódico sensacionalista comentaba "El Papa condena el Capitalismo" o bien "condena los peligros del Capitalismo" y es eso semejante a lo que diría un padre a un hijo ante una comida sabrosa: "ojo, no te empaches", porque no hay nada de eso. Simplemente hay llamadas de atención a muchos asuntos mal resueltos por la sociedad actual.
La clave de la Encíclica daría para un artículo que llevaría a la siguiente conclusión: "cristiano, mira el mundo, la creación, los demás hombres, la sociedad, con los ojos de Dios", intenta ver como vería Él que es Amor.
Pero al mismo tiempo el Papa afirma claramente que "los deberes de la justicia son primordiales". Primero ser justo, luego superar la justicia y ser misericordioso. La superación de lo justo no es algo dialéctico, es un más que implica, como cimento y fundamento tanto la justicia conmutativa, como la distributiva. A eso se añade el "don", la donación gratuita que, en palabras de Juan Pablo II, es más propio de la sociedad civil y de las organizaciones intermedias.
El comercio con todo lo que ello implica, requiere unas relaciones de confianza, de lealtad y, por tanto de justicia. Es el ámbito de la justicia conmutativa. Los Estados que son los que proporcionan el ámbito donde pueden llevarse a cabo esas relaciones, tienen la misión de la justicia distributiva, y procurar que sigan sanas las relaciones comerciales y económicas.
El Papa deja claro que el orden social se fundamenta en una antropología de la dignidad humana, en la que el cristianismo que nos defiende como hechos a "imagen y semejanza de Dios" tiene mucho que aportar. El matrimonio, unión estable de un hombre y una mujer abierto a la vida, es el fundamento de la estructura social. Y los límites de la legislación están en esos derechos humanos y deberes, que no pueden ser manipulados por la mayoría. "Los valores no negociables de la dignidad y libertad humana" son el cimiento de una sociedad justa. Y eso muestra que el ámbito de la dignidad humana está íntimamente relacionado con el de la libertad.
Se habla de una ecología y una responsabilidad ante la creación, o ante la tierra en la que vivimos, la responsabilidad ante las generaciones futuras y el límite de la técnica: la ética y el respeto a la dignidad humana pero también el uso responsable y sostenible de los bienes de la tierra.
Se comenta la realidad de la globalización con sus oportunidades y riesgos. Globalización en el mercado, en la necesidad de una autoridad justa que regule el justo orden de ese movimiento mundial, pero con una visión correcta de la subsidiariedad y de la solidaridad entre las gentes y pueblos. Respeto a las culturas, respeto a las autoridades nacionales, regionales y locales, respeto a la iniciativa de la sociedad civil y respeto a la persona y a la estructura familiar.
La encíclica supone una continuidad de las encíclicas sociales como Rerum Novarun hasta la Populorum Progessio de Pablo VI, mostrando la continuidad y complementariedad de la doctrina de la Iglesia, pero también incorpora la visión de una correcta antropología de la Humanae Vitae defendiendo como fundamento del recto orden social a la unidad familiar abierta a la vida. También avanza sobre la viisión de Juan Pablo II sobre la "Hipoteca social de los bienes de la tierra" y una adecuada visión de la relación ética del hombre y la creación.
De todos modos, bien dice el Papa que la Iglesia no tiene un único camino para el recto orden social, que esa es tarea de los hombres y de los poderes públicos, pero su labor profética está en iluminar sobre los principios en los que construir ese orden y los riesgos posibles y las reales desviaciones existentes.
Riesgos de la globalización: la uniformidad. Riesgos de un inadecuado uso de la técnica: la manipulación de la vida humana. Riesgos de la exclusión de los "principios no negociables": la construcción de un orden social hostil al hombre.
Ahora nos toca hacer una segunda o tercera lectura y aplicar lo aprendido.
frid
2 comentarios:
A veces la religion vive en un mundo paralelo al mundo politicamente correcto?? real,porque simplemente es irreal plantearse cosas antiguas frente al brutal capitalismo que nos hostiga de alguna manera a vivir bajo reglas que no coinciden con nuestra moral o etica o religion...
Difiero, moderadamente. El brutal capitalismo es un materialismo atroz que es capitalismo de empresa y capitalismo de Estado. Por eso coinciden en el diagnóstico tanto los regímenes populistas (socialistas se dicen) y los sistemas conservadores actuales. Sin embargo los últimos suelen tener más sensibilidad social por basarse en una antropología más humana
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