lunes, marzo 13

Mi rotulador rojo

He recibido un correo alarmante... parece ser que, presuntamente, me he llevado el rotulador rojo de un amigo. He mirado en el bolsillo de mi camisa y... ¡estaba allí, impertérrito, delatador y sonriente!, con esa sonrisa rojilla propia de un rotulador rojo.

Menuda preocupación, yo... rojillo, como Zp, ¡qué susto!, además con el delatador cuerpo del delito en mi propia camisa.

Sin embargo, el susodicho rotulador rojo, presuntamente extraído distraídamente por este presunto delincuente, estaba lo más de tranquilo; orgulloso y pavoneante.

Heme aquí, todavía, convenciendo al rotulador de marras para que vuelva a manos de su dueño legítimo, pero no lo he conseguido todavía. Me ha leído la cartilla de la "autodeterminación roturadil" y que se quiere quedar conmigo.

No sé si sus intenciones son pacíficas, con lo que lo tengo un poco en cuarentena... le he declarado la "gripe aviar" y estoy esperando si pacto una estrategia de convivencia, no vaya a ser que me soliviante la flota de bolígrafos, plumas, lápices y rotuladores que conviven pacíficamente en mi mesa... de hecho he visto que a un bolígrafo rojo, hasta ahora pacífico, le ha dado por la memoria histórica del 36. Tuvo un abuelo rojillo y él anda empeñado en redimir su memoria arrojando al suelo a todo boli azul que se le aproxima.

En fin, espero que sólo sea una nube pasajera, porque no aguanto una nueva confrontación bélica entre instrumentos de escritura.

Lo malo es que me han dicho que no se van a dejar instrumentar más, que la autodeterminación promulgada por el susodicho rotulador tiene como primer artículo: Escribiremos cuando queramos y lo que queramos, además la tinta se gasta y no hay recambio.

No sé si la proximidad de ese rotulador rojo con el teclado de mi Ordenador va a tener algún efecto peligroso. El teclado es un poco como Bush, lo puede todo: escribe con todo tipo de letra, de tamaño y color.

Por ahora va pasando el tiempo y, cada día tengo más claro que no estaré tranquilo hasta devolver ese rotulador rojillo que se coló de rondón en mi bolsillo.

Federico R. de Rivera

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