martes, julio 19

Zaragoza sitiada

La noche pasada, del lunes al martes, sin previo aviso, sin advertir claramente qué es lo que pasaba, las vallas han ocupado Zaragoza.
 
Los guardias municipales tienen que hacer horas extraordinarias para paliar el daño generado al tráfico y a la movilidad urbana. La revolución en el transporte se ha realizado ya para siempre sin debate y sin consenso. La cicatriz urbana que divide la ciudad en dos mitades acaba de aparecer en toda su extensión.
 
Al usar el tranvía todos veremos sus ventajas. Al necesitar tomar un taxi, al querer llevar nuestros suministros a nuestros establecimientos, cuando vayamos a asistir a un enfermo, cuando tengamos que salir de vacaciones o de fin de semana, veremos en serio los inconvenientes.
 
No hay elección de medio de transporte: hay imposición. No hay medios alternativos salvo el andar y la bicicleta. No hay pluralidad sino uniformidad. Y los que vivimos en el Centro de la ciudad pensamos que la degradación será el fruto de la locura unívoca de Belloch y la progresía.
 
Ilustrados pensaron por nosotros y no nos dejaron participar en el debate de tanta enjundia. El equipo anterior de gobierno fue castigado por las urnas. Unos desaparecieron, los otros con diez concejales imponen su progresismo a la fuerza. Y los zaragozanos nos sentimos humillados, asaltados e indignados. Nunca una obra de tanta categoría ha salido con tanta oposición ciudadana y eso que han gastado euros a mansalva en campañas y campañas, en presencia en redes sociales y en querernos convencer que "su elección" fue la nuestra.
 
Seremos usuarios del tranvía, pero por imperativo legal. No nos han dejado otra opción. El caos servido, la revolución del transporte realizada y seguiremos padeciendo cuatro años de progreso, progreso al siglo XIX por la urgencia de hacer obras pacatas y de poco recorrido.
 
frid

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