lunes, julio 17

Reflexiones liberales. Hacia la superación de Aristóteles.

No podemos volver al paganismo:

En nuestro mundo, neo-pagano, se ataca duramente la herencia cristiana y se la considera, injustamente, como un agregado innecesario a las raíces de Europa, presentando un idílico paganismo ante el brillo intelectual de la civilización clásica.

Hay un intento de reavivar el paganismo, porque entienden que el paganismo se adecua más al concepto del hombre actual, al que han definido autosuficiente.

Sin embargo, ni siquiera la época clásica era un paraíso para los derechos humanos. Pues si bien la inteligencia había logrado avances estructurales y teóricos importantes, sus sistemas sociales seguían anclados en las castas y en la calidad de las razas.

El ciudadano griego, el persa o el romano, era él el paradigma del hombre libre mientras que los demás eran los subyugados. Poco a poco los romanos incorporan al Imperio las distintas razas, pasando la ciudadanía a un concepto cultural, pero también basando su economía en la posesión de esclavos.

Se precisa la llegada del cristianismo para que, desde la concepción del hombre, de todo hombre, como hijo de Dios, cale en los hombres y en sus civilizaciones la igualdad radical de todos los seres humanos.

Paso a detallar algunos aspectos de la teoría aristotélica que fueron corregidos por el cristianismo:

1.- La justificación de la esclavitud. Para Aristóteles los hombres tienen una especialización de raza o tribu que les hace inferiores o superiores. Los primeros, los griegos, tienen el derecho de someter a los otros pueblos y someterlos a la esclavitud. Ellos son el elemento pensante. Los otros el ejecutor. Ello la cabeza, el resto los brazos.

Este modo simplificado de pensar es el que lleva, en todas las épocas al rey absoluto, a los iluminados ilustrados, a los partidos políticos a considerarse legitimados para manipular y subordinar a los demás a sus fantasmagóricos designios. Más que gobernar la sociedad la quieren fabricar ex novo.

2.- La justificación de la guerra aristotélica. Causa suficiente: la provisión de esclavos y la expansión de un modelo cultural superior.

Las escuelas filosóficas cristianas han dado muchas vueltas al problema de la guerra, buscando las razones de la guerra justa, el modo de entrar en contienda, la actitud ante los prisioneros. Han buscado la limitación de las guerras con el derecho de asilo, la normativa que prohibía domingos y festivos guerrear. Se ha profundizado sobre si era justa la conquista de América, las guerras de defensa contra los turcos, etcétera. Habrán tenido aciertos o fallos. Pero es evidente que han buscado hacer la vida de los hombres y sus conflictos más humanos.

Cuando vuelve el nuevo paganismo se recuperan prácticas atroces como la eliminación de los propios heridos de guerra en África por el Emperador, el exterminio de los campos de concentración alemanes, rusos, chinos, vietnamitas, camboyanos; las salvajes escenas de la conquista de Albania por los turcos; y demás atrocidades de los hombres.

3.- La diferencia de clases o de castas. Es confundir al hombre por su oficio, al ser humano por sus cualidades. Cómo es útil para los trabajos manuales es un ser servil y dependiente. Este sistema de castas está muy arraigado en la sociedad medieval aunque, dentro del mundo cristiano, cabía, a través del estamento eclesiástico la subida de la escala social. Muchos obispos y papas han sido campesinos o provenientes del estatus más humilde de la población.

Algunos dirán que eso se ha superado, pero “el sí de las niñas” de Moratinos, y tantas obras de literatura muestran cómo está arraigada la concepción de clases incluso en los sistemas democráticos: el dinero, la carrera y el poder siguen siendo las varas de medir, no así tanto la bondad ni la valía personal.

4.- Establece la prioridad del hombre sobre la mujer, de esta sobre el infante, y de ambos si son ciudadanos sobre los artesanos y los esclavos.

El cristianismo venera a la mujer y su papel de madre en la Santísima Virgen María. Defiende la igualdad intrínseca de hombre y mujer como criaturas de Dios. Y, lo que es más respetuoso que su contrario, respeta las diferencias biológicas y afectivas de los sexos por entender que la realización de la persona humana está vinculada al desarrollo de sus talentos (y uno de ellos es la diferencia sexual).

El neo-paganismo ha hecho un dogma de la uniformidad, no de la igualdad. Y violenta y subyuga a la mujer al encargarle tareas para las que no está llamada; lo mismo hace con el hombre. No se nos puede obligar contra natura.

5.- Defiende el aborto y el límite de la natalidad; si bien lo justifica por la incapacidad de la Ciudad de alimentar y albergar a un número excesivo de ciudadanos. Es el incremento de población un justificante de la guerra para la creación de nuevas colonias o para la expansión de la ciudad.

Si bien Aristóteles considera que el fin último de la ciudad es hacer feliz al ciudadano, entiende que el niño no es ciudadano perfecto. Y, por otra parte, su sociedad agraria no evolucionada no le da solución para alimentar una población creciente. Sería el primer maltusiano, uno más de los que han basado el control de la población en la incapacidad de la tierra para alimentarnos. Y, sin embargo, la tierra va produciendo, gracias al trabajo y a la técnica, alimentos suficientes aunque mal distribuidos.

Aristóteles apunta en ese tema una puerta correcta: la continencia como método mejor para limitar los habitantes si se diese el caso de imposibilidad de alimentarlos. Abriría la puerta a la paternidad responsable; si bien hoy en día Occidente tiene más bien el problema contrario.

6.- Sostiene la educación como tarea exclusiva del Estado. Pero hay que entender que se refiere más bien a la educación superior, la que habilita al ciudadano al ejercicio de la vida pública tal como la entendía la civilización griega. Pero, desde el paganismo es más difícil encontrar un fin superior al de la “estabilidad y progreso de la ciudad”. El ciudadano está subordinado al proyecto común.

El cristiano distingue planos: el plano de la conciencia, del que ha de dar sólo cuenta a Dios y el de la vida pública, del que dará cuenta al Estado y a todos los que interfiera en justicia. Además de que, para lograr el fin sobrenatural, contará con otra organización, la Iglesia, a la que acudirá para recibir los medios necesarios.

La vida de un cristiano es más rica y llena de matices que la del ciudadano de la República. Pero no nos engañemos, también ese ciudadano organizaba actos de ocio y divertimento; si bien el culto a los dioses estaba ligado a la seguridad del Estado.

7.- Considera el comercio como un mal menor, como un modo de enriquecerse artificialmente.

Pero deja abierto el camino de la economía al comprobar cómo el dinero genera riqueza por el valor que le dan los hombres, más que por el valor intrínseco del objeto. Será el cristianismo el que, con la doctrina social de la Iglesia, llegue al concepto de “hipoteca social de los bienes”, lo que significa que somos dueños de nuestra riqueza, de la riqueza que generamos, pero no lo somos para nosotros mismos, es una riqueza hipotecada para el servicio de los hombres.

Ejemplo cristiano: Bill Gates con la fundación a su nombre y de su mujer. No es filantropía, es la conciencia de que deben devolver a los demás parte de los bienes que han logrado; es una concepción de la justicia humanizada por el cristianismo. Y, por otra parte, eso es posible porque Gates ha hecho negocio en un mundo liberalizado, y ha creado riqueza.

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