jueves, mayo 15

El parlamento ¿lugar de encuentro?

Leyendo el capítulo "A favor de la paz" del libro "Pensar en libertad" de Jaime Nubiola he quedado convencido que en el Parlamento, los políticos no buscan la verdad, ni hablan para convencer al otro de que tienen mejores argumentos. Nadie se escucha. Lo único que prima es el número de votos con los que pueden contar.



Hablan y bendicen el diálogo. Pero no hay diálogo. Los políticos no convencen porque ellos mismos no están dispuestos a ser convencidos.

En mi escaso tiempo como concejal en un Ayuntamiento, he visto reflejado en ese "segundo nivel político" esa profunda verdad. Nunca me acostumbré a escuchar como quien ve "agua llover". Pensaba que si alguien hablaba y, "aparentemente", lo hacía con argumentos... podría tener razones que pudiesen convencer al equipo de gobierno desde la oposición... o a la oposición desde el equipo de gobierno. Pero no era así, ni es así.

El objetivo principal de la oposición es "tirar al gobierno a cualquier precio"... y no admitirán que tienes razón aunque sea verdad. Los que gobiernan "pueden admitir razones de la oposición"... pero si se venden como triunfo del "otro"... prefieren gobernar "sabiendo que no tienen razón"... ofreciendo, por tanto, a la ciudadanía, acuerdos y decretos "no mejorados".

Sólo cuando los gobiernos no gozan de las mayorías absolutas es necesario el "pacto", el aceptar "enmiendas" para que sus leyes y acuerdos prosperen. Pero ni siquiera entonces las enmiendas, "habitualmente" se hacen para mejorar las propuestas del equipo de gobierno sino, con bastante frecuencia, para primar a los clientes del partido que logra el acuerdo.

Esta realidad muestra que el gobierno no se hace buscando lo "mejor", lo "más conveniente" para el ciudadano. Y es que no hay verdadero diálogo.

Diálogo supone "pensar entre dos", admitir la verdad del otro, creer que se puede conocer mejor la verdad.

Sin creer en la existencia de la verdad, el debate público es sencillamente el debate de la fuerza. Los votos de cada parlamentario, o de cada concejal, no son la voz de un ser humano, sino el arma arrojadiza para imponer mi opinión, mi parcialidad. Es un ejercicio "más educado" de la ley de la fuerza.

Se ha eliminado la guerra y se ha sustituido por el "torneo galán", donde las lanzas son los votos.

Pero los votos no representan a nadie pensante. La disciplina de partido es la disciplina de la "irracionalidad". No cabe que un parlamentario, ¡lo que sería señal de nobleza!, diga "me has convencido" y vote a favor de la propuesta del grupo contrario.

El sistema, que es creación humana, se impone sobre la conciencia humana. Nuestro representante lo es "de un programa rígido" que, por otra parte, cuando se es elegido, queda bastante olvidado. Lo que no se olvida es "la disciplina de voto" en todo y para todo.

Curiosamente los parlamentarios de los grupos mayoritarios se quejan del poder de las minorías, pero se les debe agradecer que no se logren así esas mayorías absolutas que no son otra cosa que el poder absoluto, y más en un país donde los gobernantes más que buscar cambiar la sociedad, se han erigido en profetas para cambiar nuestra cabeza.

Paradoja: los que no dialogan entre sí, los que no son capaces de entenderse, los que "actúan como si no creyesen en el poder de la verdad"... son los más preocupados en que adquiramos "su particular modo de pensar" donde no es "nada verdad" en pro de la pacífica convivencia.

Así, desde la irracionalidad parlamentaria no caben los discursos con razones, sino los insultos, las descalificaciones y las presiones. No es de extrañar que, de un tiempo a esta parte, el circo parlamentario sea de los peor hablados.

frid

No hay comentarios: