viernes, febrero 24

Reescribir la historia, una práctica habitual de los resentidos

Hoy una vez más una minoría parlamentaria ha impuesto en el Parlamento de España su propia visión de las cosas. Ya es grave que sea esa minoría, que curiosamente no se siente española, sea la que sirva de apoyo al Gobierno de la Nación para decidir la suerte de todos los españoles en aspectos básicos para la convivencia. Pero es más grave que esa minoría ya no sólo imponga su interés particular sino que, incluso, su visión particular de la realidad española.

Desde esa posición, en la matemática parlamentaria de pactos necesarios, se llega al extremo de votar lo que pasó o no pasó según los dictados del guión separatista de unos, partidista de otros. Así se llega a la paradoja de que se haya reinventado una inocente y pacífica convivencia republicana donde el orden establecido sólo fue alterado por los elementos desestabilizadores de la derecha, al tiempo que se definen como reacción moderada y necesaria los asesinatos y algaradas de unos sindicatos anarquista y socialista armados hasta los dientes.

Pero en fin, en ese caso la pasión de bando puede llevar a negar la evidencia, y pasar por puntillas los embalses de sangre provocados con los inocentes clérigos barbastrenses, mientras se busca el recuerdo de otros lamentables incidentes.

Lo que a un ciudadano pacífico actual le preocupa y sonroja es ver cómo vuelven a rehacerse los mitos de falsedad desde un parlamento democrático, en el que salvo los asesinos de ETA, no se está ensangrentando la convivencia y donde no hay necesidad de mentiras para apañar la convivencia.

Un sistema maduro puede mirar la verdad cara a cara sin avergonzarse y reconocer que en el ya histórico 23-F el Rey de todos los españoles dio la cara y defendió la democracia, mientras algunos de nuestros más insignes prohombres de la democracia o se escondieron o pasaron la frontera temiendo lo peor y esperando mejores momentos para mostrar su valentía.

Por eso tiene sentido reconocer expresamente al Rey Juan Carlos I su entereza y su posición tanto como persona como institución en la defensa de la convivencia pacífica de los españoles.

Aragón Espacio Abierto (AESPA) no puede menos que sumarse a la adhesión y reconocimiento de esa figura, de esa persona y de la institución que representa, por el bien que hizo a la convivencia de todos los españoles al mantener firme el timón de la democracia.

Esa Asociación entiende que ese reconocimiento no tiene fecha de caducidad, que los cambios que algunos pretenden sobre nuestro sistema constitucional con el apoyo de determinadas minorías separatistas, no puede enturbiar una realidad incuestionable: el Rey fue un elemento decisivo para mantener la Democracia, juntamente con toda la sociedad española que esperó paciente a que esa escenificación histriónica se terminase. Y, de modo pacífico, se volvió a la serenidad democrática.

Esa Asociación no entiende como ERC y EA puedan imponer una "versión" de los hechos rebajada, sólo porque consideran que lo que pasó "huele a viejo y caduco", como si la historia dejase de ser por el paso del tiempo, como si hubiese dejado de haber pasado por "caducar" todo el bagaje de nuestra historia.

Lo que es evidente es que el Rey defendió una Constitución de todos los españoles y ERC, junto con EA sostienen que esa Constitución se ha pasado de moda, porque ahora necesitan cocer una Constitución contra todos los españoles. Ese hecho es razón más poderosa para reconocer la visión y generosidad de nuestros antecesores, que defendieron un gobierno para el bien de todos, no para el bien particular de una minoría.

AESPA

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