martes, junio 24

La innovación y los católicos.


Sorprende al estudiar la Historia de la Iglesia que "aparentemente" va al remolque de los errores del mundo contemporáneo. Cumple el desagradable papel de advertir "por aquí no" o "por aquí tampoco". Junto a esta observación me gusta recordar a Juan Pablo II cuando dice a los intelectuales católicos que deben estar presentes donde "nacen las cosas nuevas".

Realmente la Iglesia como institución no está destinada a dar las soluciones humanas a los problemas humanos. Es la parte del "César". Pero sí está destinada a iluminar esas realidades dando orientaciones o criterios sobre la realidad del hombre o del orden de la justicia y de la solidaridad. De hecho se rige por un orden superior: el orden de la caridad, que no se impone sino que se acepta de modo voluntario.

El nacimiento del liberalismo creó problemas en la relación entre la Iglesia y el Estado. Y hoy se asumen pacíficamente los valores que el liberalismo aportó una vez que ha sido pulido por el tiempo de la Historia. La libertad del hombre es un valor esencial de la persona. Y esa libertad es clave para enfocar las actividades humanas. El progreso económico y el bienestar le deben mucho a esos avances liberales. Pero libertad sin solidaridad no acaba de introducir el aceite en las relaciones humanas. Y libertad sin responsabilidad es sencillamente la "ley del más fuerte".

La cuestión social también generó inquinas contra la Iglesia como elemento que impedía la revolución violenta y el odio de clases. La realidad constatada es que la presión social provocó que los gobernantes "de derechas" comenzasen a implantar las medidas sociales en los Estados modernos. La preocupación por los demás, los principios cristianos, han estado, ciertamente, detrás de las conquistas sociales.

Hoy la intelectualidad de vanguardia no está innovando sino readaptando viejos modelos. Liberalismo en cuestiones de apetito y socialismo en cuestiones de Estado. Es un modelo "mixto" que no aporta mucho y que tiene muy claros resultados a medio plazo. Una sociedad sin valores, de consenso por escéptica, donde se intenta que la mayoría imponga sus criterios a la "minoría católica" o a la "mayoría silenciosa católica" mientras es tolerante con otras minorías, es una sociedad hipócrita e intelectualmente agotada. Es una sociedad construida sobre "ningún modelo".

Este momento es ideal para buscar fórmulas nuevas de organización social que se fundamenten en la dignidad de la persona, que respeten y fomenten las organizaciones intermedias, que hagan una política activa en favor de lo que funciona como es la familia, y que, al mismo tiempo, sea un lugar de convivencia pacífica con otros que tengan distintos modos de pensar.

Pero es claro que sólo una sociedad con valores y creencias es una sociedad con cultura y consistente capaz de causar cambios perdurables.

De ahí que sea preciso que los católicos introduzcan su cabeza, su esfuerzo y su dinero en generar nuevas formas que sean como ese baúl del sabio, del que extraía "cosas nuevas y cosas viejas"... en el que el hombre permanezca en la base de la construcción social, no el gran atacado, pero que, desde esa base, no tengan miedo de seguir extrayendo modos nuevos de ver la realidad humana.

frid

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