
Es curioso el modo con el que el movimiento del Orgullo gay nos muestra su talante democrático. No ha habido en España ninguna manifestación de ese colectivo que no haya sido provocadora y esperpéntica. No sé si es porque esa es la esencia de tal movimiento.
La última de sus representaciones, el pasado 24 de junio, frente a la Catedral de Valencia coincidiendo con un acto solemne de culto en ella. Eso sí, su corrección política consistió en decir “esto no es una provocación”, para acto seguido, desde principio a fin de lo que no se paró es de provocar a todos los que se les pasó por la cabeza.
Desde una posición desinhibida, con clara actitud ofensiva, sus lemas no eran los que clamaran su lugar en la sociedad española, sino los de la exclusión de ella de colectivos ampliamente respaldados por los españoles. Uniendo en un saco demonizador al partido popular, a la familia y a la Iglesia católica, proponen la exclusión de la vida pública de elementos necesarios para garantizar la libertad: el partido político casi tan mayoritario en nuestro país como el Partido Socialista; la institución más valorada por los españoles como es la familia; y la entidad que más bien hace y desinteresadamente a todos los españoles, y a la que siguen más del 90 % de los españoles.

Más bien esos manifestantes, con subvenciones importantes de las arcas del Estado y sin realizar bien alguno en servicio de la sociedad, respaldados en sus gestos obscenos e irreverentes, violentos contra el buen gusto, agresivos e incitadores a la violencia en sus pancartas, suelen estar acompañados por miembros del gobierno actual o de personas que ocupan cargos importantes en la directiva del partido como Zerolo, abanderado de la charanga del orgullo gay.
No es de extrañar encontrar en la cabecera de esos movimientos a esos elementos socialistas, pues la traducción de su avance decidido hacia la paz no es otra cosa que la reapertura de heridas y la generación de conflictos, para así, poder avanzar hacia la paz de los cementerios, de los que Carrillo tiene triste experiencia y su recientemente bendecido Otegui como príncipe de la paz, también habla con conocimiento de causa.
Ninguna persona cuerda puede pensar que esos orgullosos de ser gays no son ofensivos cuando hacen parodias burlescas de Cristo, la Virgen, el Papa, la Iglesia, los Obispos, los sacerdotes y monjas, incluso no se salva ni la guardia suiza en su procesión carnavalesca. Cuando no dejan títere con cabeza, ¿quieren que les consideremos pacifistas?
Bien saben que el odio se genera de la manera que ellos hacen, con la caricatura del adversario, del enemigo. Que es en lo que han convertido a una buena parte de los españoles, y de ese modo... se abre la puerta al exterminio. Experiencia hay de hace ya casi un siglo de a donde van esos caminos.
Si Zp fuese una persona honrada le diría que actúe de inmediato y pare de una vez la espiral que está creando. Yo sólo diré como Marco Antonio: Pero Bruto es un hombre honrado. Que la población de España entienda.
Y los pacifistas de ese movimiento gay (Col-lectiu Lamba de lesbianes, gais, transsexuals i bisexuals, Decide Te, Gailes, Samarucs, Asociación de expresos sociales, Asociación juvenil CLGS, Colectivo Talqual, Valenciabears, Amigos y Avacos), que podrían estar todos juntos metidos en el uniforme de la esvástica, violentando el sentir ajeno, preparan y anticipan los piquetes que destruirán nuestras libertades.
Mal hacen esos gays a la causa de la normalidad de su modo particular de ser, mal hacen a los homosexuales que viven con honradez y naturalidad su propia personalidad, porque sólo se oye su voz radical, su actitud fascista y provocativa desde la subvención y tutela estatal, su falta de talante y su incitación al odio y a la violencia.
Desde la libertad no puedo más que asombrarme de que Bruto, perdón, ZP, que es un hombre honrado no deje de incitar a que maten a Cesar, en este caso a que se arrincone y excluya de la vida pública a los que no comparten su radicalidad.
Y, además, no lo crean, como espectáculo callejero no tienen nada que aportar. Porque donde hay esperpento, no hay belleza.