jueves, junio 29

Reflexiones liberales: sobre lo público y el servicio público

¿Cuál es el sentido de esta digresión? La sutil interpretación de lo público de los socialistas, puesto que ya nadie quiere decirse comunista. Para ellos lo público es lo de todos, no aquello a lo que todos tienen derecho.

También una alarma personal al oir, cuando ejercía competencias públicas, los discursos de mis colegas socialistas definiendo el servicio público con toda candidez como el servicio que presta el Estado y que, cuando no llega, permite que lo ejerzamos los particulares.

Para ellos una nueva escuela pública es un logro si, con ella, se cierra un colegio privado próximo; y así con hospitales y centros asistenciales.

Con ese concepto simplificado pasan al concepto de servicio público y determinan que el único legitimado para ello es el Estado, negando la capacidad de los miembros de la sociedad a subvenir esas necesidades. Según eso tanto el transporte público colectivo como el de los taxis debería ser ejercido por el Estado. Sin discusión: la sanidad para ellos es pública y estatal. Y, si ceden algo en la Enseñanza es por la presión social que se niega a aceptar que a los hijos los eduque el Estado con la peculiar ideología de los que gobiernen en cada momento.

Según esta visión, los estanqueros serían el ideal del comercio: al fin y al cabo los comerciantes también hacen un servicio público.

Ya no son sólo los bienes los que pueden pasar a ser públicos, sino que se tiende a absorber toda función que implique un servicio público. No es difícil entender que quieran también una Iglesia o religión oficial para adoctrinar al pueblo.

Los socialistas son, aunque no se llamen así, los neo-comunistas, constructores sociales y creadores de un Estado omnipotente e inhumano. El aparato se convierte en rector. La máquina en amo, y su autor en esclavo. Sostengo que eso es aberrante, quienes presionan a la sociedad en esa dirección también lo son porque no confían en el hombre, en su capacidad y en su libertad. Y, quienes les siguen, son borregos que no quieren asumir el riesgo de ejercer su libertad.

No es lo mismo la garantía de servicio público, la prohibición del monopolio, que la uniformidad de ese servicio pasando el monopolio al Estado.



La sanidad, las comunicaciones, el transporte, la producción y distribución de enérgía, y la educación admiten formas mixtas de gestión en las que el Estado sea subsidiario, para que llegue donde la iniciativa privada no llegue, y garantice que a todos se les atiende. Más que eso, no sólo no es necesario sino que deriva a esferas de comunismo o de regímenes dictatoriales que la sociedad sana rechaza.

Una situación intermedia es la de los servicios públicos prestados por los Ayuntamientos, que tienen una gran tradición y sí que se acomodan normalmente al concepto de subsidiaridad, ya que es preciso que alguien regule y garantice los servicios básicos a la comunidad, y, normalmente, dentro de sus objetivos no suele estar el adoctrinamiento de la ciudadanía; ese adoctrinamiento sí está entre las prioridades del estado socialista, así como el control del individuo, desde su nacimiento a la muerte. No en vano manipulan masas y ven a los individuos como meros ladrillos sociales.

Como dice Aristóteles: "debe haber una cierta propiedad común, pero en general debe ser privada"; por la misma razón: debe haber un cierto servicio público realizado por instituciones estatales, pero, en general, debe procurarse que se ejerzan desde la esfera, más eficiente, garante de la libertad y de la dignidad individual como suele ser lo privado.

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