lunes, junio 26

Reflexiones liberales: ¿Tenemos derecho a la felicidad?

Los regímenes políticos derivados del materialismo dialéctico han prometido siempre el paraíso en la tierra. Y sus herederos, las social-democracias europeas, siguen pretendiendo lograr el paraíso terreno, como una angustiosa necesidad fruto de su carencia de trascendencia. Una vida que se acaba en la tierra aspira lograr su máxima felicidad en ella.

Yo sostengo que no tenemos derecho a la felicidad, sino a los medios para lograrla. Ya que entiendo que la felicidad tiene muchísimo que ver con el ejercicio de nuestra libertad, de nuestras elecciones. Y esta cuestión se escapa de la consideración racional de las mentalidades deterministas.

Sin embargo se da la paradoja que los que han prometido y prometen los paraísos terrenales han sembrado el mundo de muerte y de infelicidad. Ejemplo drástico y amargo es el paraíso comunista, silenciado culpablemente por muchos intelectuales “progresistas” europeos. Pero también el fracaso real de la social-democracia sueca está constatado por el grado de infelicidad y de suicidios de esa sociedad.

De hecho, los constructores de esos paraísos te exigen demasiado a cambio: que les entregues parcelas importantes de tu libertad, tanto de pensamiento (para que afirmes con ellos que se puede hacer un modelo social basado en las uniones contra-natura equiparables a las familiares), como de iniciativa (al reducir los servicios esenciales de la sociedad a la esfera estatal como son la sanidad y la educación), como de asociación (al excluir el pensamiento católico, o el pensamiento que ellos definen de derecha retrógrada y fascista).

Los constructores de los paraísos tienden a reducir el paraíso a sólo una parte de la población. Los soviéticos construían ese paraíso para el proletariado, con la paradoja de que fueron los proletarios polacos los que se revelaron contra ellos exigiendo libertad. Pero los socialistas europeos construyen ese paraíso para el “omnipotente partido oficial”. Con vocación de partido único, sin el freno constitucional derivarán a experiencias fascistas (alemana e italiana), excluyendo a los que no piensan como ellos del sueño terrenal.

Sin embargo, salvo para la élite del partido, el paraíso puede esperar. Y la infelicidad e insatisfacción (cuando hay riqueza)o la esclavitud y la depuración (cuando lo que se reparte es pobreza) están a la orden del día en esos sistemas.

Los materialistas dialécticos se justifican diciendo que el Paraíso es para la sociedad, no para “ese” individuo en particular, que se nos exige un sacrificio para la sociedad del futuro, más progresista y feliz. Y en eso no podemos estar de acuerdo.

La sociedad debe procurar los medios para que el individuo de hoy pueda gozar de esa felicidad, y –además- donde la necesite encontrar. Y muchos coincidimos con la idea que se logra más felicidad cuanto menos empeñado está el Estado en procurarla a la fuerza. Porque, además, tiene normalmente un pobre y simplificado concepto de ella.

Y es que confunden libertad sólo con la primera parte de su ejercicio: la libertad de elección. Y piensan que cuanto más opciones te presenten, aunque te veten otras, te dan más posibilidades de ser feliz. Y, mira, resulta que suele ser la que te excluyen la que hace feliz a la mayoría de los hombres, como por ejemplo la relación y el trato con Dios.

Para lograr la felicidad no basta esa libertad de elección de posibilidades, sino la apertura de la libertad al bien, a lo más conveniente, a lo óptimo, a la excelencia. Y es ahí donde se ha de profundizar para lograr la felicidad. Curiosamente en esa esfera el Estado no puede obligar sino garantizar que, si quieres, puedas elegir de esa manera.

frid

3 comentarios:

El Cerrajero dijo...

Yo te lo resumo: ¡que se vaya Rodríguez el Traidor y su banda de truhanes bien lejos y ya verás que felices somos!

frid dijo...

Cerrajero, sin Rodríguez el traidor es evidente que seremos más felices todos. Si algo muy malo se evapora, la primera sensación es de salud. Luego nos tocará la tarea de reconstrucción con o sin plan Marrsall

vitio dijo...

La felicidad sin ZP será plena para nosotros, para los etarras no creo...