Por: Federico Rodríguez
El discurso de Ratisbona del 12 de septiembre de 2006 de Benedicto XVI es una pieza clave para entender la crisis de Occidente.
El discurso de Ratisbona del 12 de septiembre de 2006 de Benedicto XVI es una pieza clave para entender la crisis de Occidente. Por primera vez el relativismo ético planea como elemento cultural induscutible. Y por primera vez, en Occidente, la razón es puesta en duda. Ya no creemos en la posiblidad de conocer la verdad, si bien, contradictoriamente, creemos en la ciencia y en el progreso como elementos ciegos e indiscutibles. Pero no nos engañemos, ese autor de la ley cambiante es un hombre, un parlamento humano o un "intérprete" de la voluntad divina. Dice Massimo Introvigne en un artículo traducido por Ángel Expósito para la Fundación Burke: "En Ratisbona el Papa había arrancado de un diálogo que había visto contrapuestos en 1391 en Ankara al emperador bizantino Manuel II Paleólogo y a un sabio musulmán. El emperador juega en campo ajeno, tras haber recibido una invitación que no puede rechazar de acompañarlo en una cacería del sultán turco Bayazet, cuyo amenazante ejército es mucho más poderoso que el suyo. Ciertamente Manuel no puede invocar el Evangelio o la teología frente a un público musulmán: propone entonces a su interlocutor de discutir no sobre la base de la fe, sino de la razón. El islámico acepta, pero el diálogo no cuaja porque Manuel y el persa tienen dos ideas distintas de la razón. Para el emperador griego la razón es el fundamento filosófico de todas las cosas. Para el musulmán este fundamento no existe – su Dios, Alá, "no depende de sus actos" y puede cambiar cada minuto las leyes que regulan el mundo, tan es así que todo conocimiento racional es incierto y provisional – y para él argumentar conforme a razón significa sencillamente citar hechos empíricos. El mundo nacido por aquélla confianza en la razón y en la verdad que ya en 1391 el islam había abandonado se llama Occidente. Hoy hay muchos, también entre los católicos, que contestan la noción de Occidente". Y, curiosamente, este alianza Islam y Relativismo es la base de la "Alianza de Civilizaciones" del Presidente Rodríguez Zapatero. En puridad diré que pienso que hay musulmanes, la gran mayoría, que viven de acuerdo con unos valores éticos universales, que en su religión la familia es un valor, que "entre ellos" la verdad de valora, no así con los infieles, aunque tienen algunas interpretaciones del bien y del mal que deberían matizarse o corregirse. Para ello es preciso contar con que la razón humana es capaz, aunque con dificultad, de conocer la Verdad y valorar el Bien. Y eso es lo que afirmaba Manuel II Paleólogo en su cacería de Ankara. El confiar en la razón, llevaba a decir a Ramon Llulio que un buen musulmán era normalmente un mal filósofo y un buen filósofo acababa siendo un mal musulmán. Eso es parte del diálogo cultural entre personas de distintas creencias. Y es también el diálogo cultural occidental. Pero roto el puente entre razón y verdad, educando a los ciudadanos europeos en el relativismo ético, la razón se convierte en "voluntad", en "elección" de opciones todas perfectamente posibles o imposibles. Si bien eso va contra la evidencia del obrar diario que está lleno de pequeñas y grandes seguridades, la política se ha convertido en filosofía de "irrealidades", en una sociología aplicada y en un laboratorio de investigación que se justifica en el relativismo ético. La Historia es pertinaz. Las construcciones sociales que violentan la realidad del hombre acaban yendo contra el propio hombre. El relativismo y su implantación social desarma al ser humano de todo recurso moral. El orden se mantendrá con la fuerza de la ley, no con la fuerza interior de las conciencias. Sin embargo los relativistas han puesto sus ojos en la concepción que de Alá tienen algunos islamistas, que está también presente en Ockam y los filósofos europeos que rompieron el puente entre fe y razón... y que acabaron rompiendo el puente entre ley y moral, entre obligación y bien. Un Dios que está por encima del Bien y el Mal no es un Dios Bueno, es un Dios Ley y arbitrario. Y los sustitutos de Dios que gobiernan desde ese relativismo no son Gobernantes Buenos, sino Gobernantes donde la Obligación se dicta desde la Voluntad, nunca desde lo razonable. frid
Pero sí se ha abierto una brecha que hace que el Islam con la creencia en un Dios que está por encima del Bien y del Mal, que define las Leyes hoy y mañana las cambia, se hace aliado del relativismo ético en el que es el Estado o la Voluntad popular quien ejerce ese mismo papel.
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