Si algo definiría perfectamente lo que es el marxismo, podría dejarse de floripondios y decir que es, sencillamente, el reino de la mentira. Pero no es una mentira cualquiera. No es el casi inconsciente "yo no he sido", que todo niño asustado suelta cuando rompe el jarrón chino de su casa. Esa mentira está mal, pero es una mentira defensiva.
La mentira marxista, la que impregna su dialéctica, es una mentira barroca diseñada para hacer el mal, para atacar. Y esa es la mentira que practica habitualmente el neo-marxismo radical de Rodríguez Zapatero y su cuadrilla.
Esa mentira es barroca en cuanto retorcida, y dinámica en cuanto que está contínuamente redefiniéndose según la realidad que quieren reinterpretar.
Además es agresiva. Arroja sobre los demás la carga de la prueba. Está legitimizada para reinterpretar, para decir "digo" donde dijo "diego" pero no permite que los demás juegen a su juego. No perdona ni el error ni la mentira ajena. Ejemplo tenemos del perdón a Grass de su pasado fascista y de su encarnizada ofensiva a los pecados o pecaditos de los de la derechona.
Su elemento clave es negar que existe la verdad, pero también negar el significado obvio de las palabras. Son arenas movedizas cuando se dialoga con otros mentirosos (como se ha visto con ETA) y campo de minas cuando se habla con los que creen en la verdad de las palabras (sus engaños reiterados a Rajoy).
Corroe el lenguaje y corroe la sociedad, porque las palabras quieren decir algo y sirven para razonar y acceder a la verdad. Pero no es una mentira equilibrada. Tiene poco éxito para reinterpretar las palabras como mal, mentira, pecado, robo, asesinato. Y vacía el contenido de bien (lo que me apetece), verdad (lo que me conviene), amor (la satisfacción de los instintos), creatividad (la expresión de lo primero que suelte mi boca), progreso (cualquier aberración científica que a otro no se le haya ocurrido todavía), inteligencia (instinto animal desarrollado).
Por eso se llevan bien con los maleantes, son sus compañeros de viaje naturales; porque fomentan la acción y no el pensamiento, el tener y no el contemplar, el poder y no el servicio al ciudadano. Maleantes que les fallan continuamente: fracaso con los nacionalistas, con los terroristas, con la violencia doméstica, con las mafias inmoviliarias, con el fundamentalismo islámico.
Y esa no simetría de la interpretación de la historia es borrar una parte de ella (la historia real del abuelo del Presidente), e hipertrofiar la otra parte (los paseillos falangistas). Así se optó por el "proceso de paz" y se borró el "dolor de las víctimas"; se habló de paz (rendición) y se borró la justicia; se optó por el ésteril matrimonio homosexual y se denigró el fecundo matrimonio natural; se optó por la investigación con células madre embrionarias y se les borró la dimensión de persona humana asesinada; se optó por salvar la tierra y se fomentó el control de la natalidad humana.
Su mentira dialéctica es barroca, pero también es simplificadora; pero no con una simplificación interpretativa sino simplificación eliminadora. Eliminan la vida, el bien, la verdad, el amor. Y ¿con qué se quedan? No lo dicen pero es con su contrario: la muerte, el mal, la mentira y el odio.
Por eso de gentes como esas surgieron campos de exterminio como aquellos.
Y por eso su "democracia" dialéctica no es una democracia amada, sino manipulada hasta que consigan que votemos el que nos vayan restringiendo, poco a poco o mucho a mucho, nuestros ámbitos de libertad. Ya a Chávez le incomoda Radio Caracas; pero a Rodríguez Zapatero le incomoda la COPE, la Iglesia, el Partido Popular, los cristianos y todos a los que no puede conducir al "pensamiento único".
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3 comentarios:
El marxismo o el arte de la mentira.
Aún después del supuesto entierro del socialismo real, el socialismo virtual este que nos gobierna sigue poniendo en práctica sus enseñanzas. La mentira rinde buenos frutos.
Un saludo
'Marxismo' y 'mentira' en la misma frase es una redundancia.
cerrajero tiene toda la razón.
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