jueves, febrero 1

La gasolina del totalitarismo, de Jose Carlos Navarro.




La gasolina del totalitarismo
 
Quien en nombre de Dios tiene como objetivo sustituirlo, interpreta su sacralización con el relevo de la antorcha del marxismo totalitario, visitando en sus postrimerías al comandante Castro.

El que coge el testigo es el coronel Chávez, que juró por Dios, Patria, socialismo o muerte, cuyo  acceso al poder es similar a los del sargento de origen austríaco pervirtiendo la democracia.

 Perversión, hasta el punto que no necesita la sola presencia -anda por Brasil con su eslogan socialista trinitario- para que la Asamblea Nacional le otorgue poderes totales para gobernar por decreto durante los próximo 18 meses, modificar y redactar nuevas leyes.

 Orden de nacionalización total bajo el paraguas de lo que llaman Ley Habilitante.


No puede existir mayor claridad que la expresada por el vicepresidente del Legislativo -su Legislativo-, Jorge Rodríguez: "claro que queremos que esta dictadura se instaure para siempre y no eso que llamaban democracia".


La dictadura de la democracia verdadera lo llama, la que a europeos nos trae tristes recuerdos.

 Petróleo que financia ejes de países sin libertad como Cuba y el presidido por el negacionista Ahmadineyad que declara su deseo de borrar del mapa a Israel. Petróleo que sin crear riquezas, empobrece más a sus pueblos con sistemas obsoletos que ponen barreras a las libertades individuales.

 Acertada metáfora la de Rodríguez con dos significados contrarios, al agradecer al pueblo venezolano y diputados chavistas por haber "aceitado y puesto la gasolina para encender el primer motor habilitante bajo la estatua de nuestro libertador Simón Bolívar".


 La gasolina del totalitarismo para habilitar la dictadura chavista, sin vendas ni ambages, utilizada en irreversibles pasos para encumbrar al dictador declarado. Dictador "democrático" lo llaman. 

Gasolina que en estos regímenes la mayoría de las veces termina ardiendo sobre el propio pueblo. Los pueblos que encandilados por contravalores que les prometen bienestar, se pierden en nociones relativistas de orden moral y material. Diserta Benedicto XVI que "cuando el relativismo moral se absolutiza en nombre de la tolerancia, los derechos básicos se relativizan y se abre la puerta al totalitarismo".

Con mayor facilidad cuando se controla a través del Estado esa moral y los recursos económicos y naturales, en nombre del pueblo. Curiosamente, siempre en nombre del pueblo.


José Carlos Navarro Muñoz.

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