lunes, abril 17

Una versión peculiar de los derechos sociales.

El señor presidente de todos los españoles, el señor Zp, ha concedido una entrevista al diario El Mundo, en la que muestra cual es su principal aspiración en estos próximos años de gobierno... dos años para culminar su mandato con logros permanentes que consoliden a España como una nación de máximo nivel internacional... y, sin embargo, nos encontramos que su proyecto se centra en sacar a España del oscurantismo, de la opresión, de la situación tercermundista en la que cree que nos encontramos, manifestando... en su iluminada manera de ver las cosas, un decidido empeño en que avancemos en la consecución de los "derechos sociales", hasta ahora conculcados, incluso en los años de democracia que vivimos con el anterior gobierno socialista.

Es preciso profundizar sobre lo que entiende Zp como "derechos sociales". Normalmente, cuando se hablaba de "derechos sociales" uno entendía que se trataba de asuntos como proteger al débil, equilibrar la balanza económica para atender a los más necesitados, fomentar la igualdad de oportunidades y la igualdad ante la ley, fomentar la libertad de expresión, de educación y de práctica religiosa, lograr la atención sanitaria de los ciudadanos, etcétera.

Actualmente, en esa callada revolución de las palabras que, con tanto éxito, la izquierda europea ha llevado a cabo, "derecho social" ha pasado a significar, entre otras cosas, el derecho de minorías marginales a fomentar su identidad y su crecimiento con subvenciones públicas y leyes que les garantizan unos derechos preferentes, al margen de su contribución al bien de la colectividad, como pueden ser los "marginales" grupos gays.

Pero también, curiosamente, ha pasado a designar la agresión al más débil de los colectivos humanos, al de no nacidos. De ahí que, hoy en día, se designa "derecho social" el hecho de que una persona pueda decidir sobre si vive o no un inquilino que lleva en su cuerpo, un ser humano distinto que ha tenido el problema de ser no querido pero engendrado.

De ahí la paradoja de que "un derecho social" se esgrima para violentar al débil... paradoja equivalente a designar "justicia social" la opresión del trabajador por el patrono.

Además, según ese nuevo modo de entender los derechos sociales, se llega a justificar, con urgencia la eutanasia... que es la respuesta equivocada a la enfermedad, a la vejez, al dolor y a la soledad... en vez de acompañar y mitigar el dolor al débil se resuelve su problema eliminándole... y, de paso, ahorrando a las arcas del Estado los gastos cada vez más crecientes de la Seguridad Social encaminados a la tercera y cuarta edad.

Todo esto trae también a colación una brecha en el muro de "derechos sociales"... al ser la colectividad, no el individuo, el sujeto de esos derechos. El individuo podría reclamar vivir... la sociedad, en su derecho, le reclama que muera por no deseado o por enfermo y débil.

Los derechos sociales pasan a ser, coherentemente, la definición adecuada al derecho desde el punto de vista colectivista. Es la colectividad la que, por encima del individuo, decide sobre él y, en una práctica eugenésica, elimina los elementos no saludables como se podan las ramas de un árbol ya que lo que importa es el árbol, no las ramas... es la colectividad, no el individuo.

La conclusión más sencilla y más pacífica... no avancemos más a favor de los derechos sociales, sino de los derechos individuales. Cada individuo necesita toda la protección del derecho para vivir y llegar al final natural de su vida acompañado.

Dejemos nacer y dejemos morir. Permitamos a cada individuo la compañía de los demás hasta que la muerte le llegue... que se sepa importante hasta, incluso, después de muerto, porque en ningún momento de su vida ha sobrado... sino que siempre ha sido importante para su familia, sus amigos, y todo el cuerpo social que lo arropó en vida.

Federico R. de Rivera

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