sábado, agosto 26

Fracaso, muy costoso, en la OMC

Fracaso, muy costoso, en la OMC

La ronda de Doha, que define el futuro de la Organización Mundial del Comercio y del proceso de liberalización en las transacciones internacionales, no avanza; de hecho, ha fracasado. Las sesiones mantenidas a finales de julio, en una nueva ronda de negociaciones, para lograr un acuerdo de mínimos y para salvar la cara de la negociación no han dado resultados. Según señalaba uno de los participantes en las negociaciones

“Solo hay vencidos”, una vez que el secretario general de la OMC, el francés Pascal Lamy, reconoció que no era posible dar un paso adelante y que prefería reconocer el fracaso y abrir un período sin plazos ni fechas para la reflexión, hasta que sea posible otra negociación con mayores garantías.

El fracaso de la OMC es un síntoma más de las dificultades para alcanzar acuerdos multilaterale en cualquier ámbito. Ni en Naciones Unidas ni en los demás organismos multilaterales se consiguen acuerdos y avances en el cumplimiento de sus objetivos. Sea por déficit de liderazgo internacional, sea por incompetencia de los responsables o por intereses particulares de algunos países, lo cierto es que el desmontaje de los obstáculos al comercio no prospera. En las actuales negociaciones el fiasco es generalizado. Todoshan amagado con concesiones para alcanzar un acuerdo, pero a la postre ninguno ha dado pasos decisivos en ese sentido o no ha convencido a los demás de qué los iba a dar. Europeos y norteamericanos sugirieron que retirarían sus programas de subsidios directos a favor de su costosa agricultura o a las exportaciones de sus excedentes agrarios, pero sin un grado de concreción suficiente como para animar a otros países menos desarrollados pero relevantes en el comercio (Brasil, China, India...) a aceptar un mayor desarme arancelario.

El mejor resumen es el del fracaso colectivo, porque de la esterilidad de estas negociaciones no sale nadie favorecido, pero, al menos por una vez, tampoco salen perjudicados los de siempre: los agricultores. Todos son conscientes de que con las actuales barreras comerciales, menores de las existentes hace una década pero mayores de las deseables y recomendables, pierde el comercio internacional, se reduce el volumen de intercambios y también las oportunidades para los consumidores. Así no se abre espacio a la competencia y se da con la puerta en las narices a los países más pobres, que en economías más abiertas podrían aspirar a una porción en el comercio internacional con la que empezar a sustentar sus primeros pasos al desarrollo.

Tal vez en esta ocasión también haya faltado el impulso de los responsables políticos de los gobiernos, implicados en la cumbre del G-8, cosa que ha provocado que a los técnicos les quede un espacio insuficiente para abatir las barreras al comercio y resistir los embates de los grupos de presión, muy diligentes siempre a la hora de defender sus intereses inmediatos y aplazar medidas liberalizadoras. Tal vez sea conveniente ni culpar de este fracaso a los agricultores europeos, pues los que habitualmente acaban pagando las consecuencias de esta negociaciones que suelen beneficiar a los industriales y comerciales occidentales.

Jesús Domingo Martínez

3 comentarios:

vitio dijo...

Burocracia y libertad no suelen ir de la mano.
Un saludo.

Enrique Avogadro dijo...

El fracaso de la Ronda de Doha, también llamada "Ronda del Desarrollo" porque fue explícitamente lanzada para favorecer a los países menos avanzados, se explica en gran medida por la incapacidad de Estados Unidos y Europea de reducir sus ayudas al agro...

En pleno auge de los movimientos antiglobalización, que terminaron volteando la Ronda del Milenio, en Seattle, llegué a pensar que esa energía confusa pero ciertamente positiva iba a generar algún reclamo en Europa para que la Unión redujera sus subsidios y barreras que dañan a los países pobres...

Digo, imaginé a un montón de jóvenes bienintencionados protestando porque sus gobiernos perjudicaban a las naciones más pobres (y se gastaban una fortuna en la protección a grandes explotaciones agrícolas).

Eso no pasó y la verdad es que no creo que vaya a pasar. ¡Los que pierden lo hacen porque hacen mucho menos ruido que los que ganan!

Anónimo dijo...

Sobre el fracaso de Doha

El mejor resumen sobre el fracaso de Doha es el del fracaso colectivo,
porque de la esterilidad de estas negociaciones no sale nadie favorecido,
pero, al menos por una vez, tampoco salen perjudicados los de siempre: los
agricultores. Todos son conscientes de que con las actuales barreras
comerciales, menores de las existentes hace una década pero mayores de las
deseables y recomendables, pierden el comercio internacional, se reduce el
volumen de intercambios y también las oportunidades para los consumidores.
Así no se abre espacio a la competencia y se da con la puerta en las
narices a los países más pobres, que en economías más abiertas podrían
aspirar a una porción en el comercio internacional con la que empezar a
sustentar sus primeros pasos al desarrollo.

Tal vez en esta ocasión también haya faltado el impulso de los responsables
políticos de los gobiernos, implicados en la cumbre del G-8, cosa que ha
provocado que a los técnicos les quede un espacio insuficiente para abatir
las barreras al comercio y resistir los embates de los grupos de presión,
muy diligentes siempre a la hora de defender sus intereses inmediatos y
aplazar medidas liberalizadoras. Tal vez sea conveniente ni culpar de este
fracaso a los agricultores europeos, pues los que habitualmente acaban
pagando las consecuencias de esta negociaciones que suelen beneficiar a los
industriales y comerciales occidentales.

Jesús Domingo