viernes, agosto 18

Para obrar así, hay que estar seguro de que existe el cielo.

El grupo de “La Rosa Blanca” que se reveló desde Alemania contra el horror nazi, que vio en el nazismo la encarnación del mal, que rechazó con todas sus fuerzas el genocidio del pueblo judío y el trato vejatorio de los prisioneros en guerra, que acusó al régimen nazi como la gran mentira, llevó la defensa de sus ideas hasta la muerte. Y sabían lo que arriesgaban. Valía la pena. ¿Pero si no hubiese eternidad, qué habrían hecho?

El hecho es que los jóvenes: Hans y Sophie Scholl, Cristl Probst (padre de tres hijos), Kurt Huber (profesor universitario), Willi Graf, Alex Schorell (todos ellos en Munich) y un propagador de sus ideas, Hans Leipelt (en Hamburgo), se jugaron el futuro terreno y perdieron. Y, sin embargo, ganaron.

No es solo la valentía humana de la que nos habla Anneliese Knoop-Graf, hermana de Willi: “Mostraron que en todo momento hay personas que, con los medios a su alcance, están dispuestas a luchar contra el mal, por decirlo en términos teológicos, aun a costa de ponerse en peligro, de fracasar o incluso de perder sus vidas. La Rosa Blanca nos ha legado el testimonio de que en todas las épocas ha habido personas con suficiente valentía de alzarse en pie. Esto es lo duradero de su mensaje”.

La valentía ¿qué aprovecha a los muertos? Alex dice en una carta a sus padres antes de morir: “No ha podido ser de otro modo; según la voluntad de Dios, hoy acabaré mi vida terrena, para entrar en otra nueva que nunca terminará y en la que nos volveremos a reunir juntos. Ese es vuestro consuelo y vuestra esperanza. Para vosotros, este golpe es más fuerte que para mí, pues me voy siendo consciente de que he servido a mis firmes convicciones y a la verdad. Todo esto me hace esperar con la conciencia tranquila la cercana hora de la muerte (...) pediré a Dios que os dé consuelo y serenidad. ¡Y os esperaré! Sobre todo os pido una cosa de todo corazón: ¡No os olvidéis de Dios! Vuestro Schurik”.


En el fondo, esas rosas blancas surgieron de una nación entonces llena de estiércol, pero pertenecen a ese jardín de Dios, como todos los inocentes que han sufrido y sufren injusticia. El consuelo no es un invento, es algo real y tangible, algo que da sentido a toda una vida y que se puede llegar a ver si se abren bien los ojos para encontrarse con el Creador de todo esto.

frid

2 comentarios:

Charo Palacios dijo...

Y aunque se creyese que no habrá más para uno tras la muerte, ¿no merece la pena morir por defender una causa justa, por dejar un mundo mejor para aquellos que seguirán viviendo?.

Como dices, es un consuelo saber que a uno le espera una vida mejor, pero para mi es también un consuelo saber que para aquellos que queden cuando me marche la vida seguirá siendo buena y mi recuerdo quedará en ellos...

Inculta de mí no había oído hablar del Grupo de la Rosa Blanca.

Un abrazo :)

El sobrino de Atilano Nicolás dijo...

De estiércol estamos hasta las orejas, en esta España, de los que la sentimos como propia. ¿Será este el momento en que brotará una generación de rosas blancas en España? ¿Una generación de jóvenes -y no tan jóvenes- que sean capaces de cambiar el rumbo de nuestra historia?