domingo, mayo 7

¡Que alguien me ayude!


Estoy desolado... el viernes pasado, al salir de casa para ir al trabajo tuve el acto reflejo de meterme un plátano en el bolsillo... por eso de tomar algo a media mañana.

Salí a la calle, todavía no habían puesto las aceras... pero vi. a muchos más saliendo de sus casas con un plátano traidor asomando por un hueco de la cartera... nos saludamos con un gesto así como de rascarnos el cogote... y asombrosamente nos gustó... íbamos todos rascándonos el cogote dirigiéndonos hacia el metro... de pronto uno saltó un escollo del camino... todos le miramos con asombro ¡podemos saltar!... desde entonces un frenesí... todos íbamos de farola a farola... olvidándonos del subterráneo habitual... ese día no hizo taquilla el suburbano... y así, siguiéndonos unos a otros, nos topamos con la casa de Campo, con sus arbolitos ¡tan monos!... qué mirada ansiosa nos recorrió... y, eliminando toda ropa superflua fuimos, de árbol en árbol... con tanto gusto, con tanta alegría... incluso algunos con una rosa roja en la oreja... si bien empezamos a probar que eso de comer flores nos iba bien... subimos al zoo, vimos una jaula abierta... entramos todos juntos y encontramos unos simios que nos pidieron... no los necesitábamos, la chaqueta, la corbata y la cartera... y así se fueron ellos... ahí quedamos otros.

He despertado de mi sueño... pero nadie quiere ayudarme, se sienten a gusto como simios... comida gratis, tratados a cuerpo de rey, con una ley que les protege... pero yo ¡quiero ser humano! ¡sálvenme, por favor!

Federico R. de Rivera

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