martes, septiembre 12

Para entender África. Las guerras derivadas del marxismo en Etiopía

Para entender África. Las guerras derivadas del marxismo en Etiopía (y es sólo un ejemplo del modo como liberaban desde la ideología socialista).

Kapuscinski entrevistó en la cárcel de Addis-Abeba a Shimelis Mazengia, uno de los ideólogos del régimen de Mengistu, miembro del Politburó y secretario del Comité Central para la ideología, en una palabra, una especie de Suslov etíope. El preso define las matanzas del terror rojo que durante varios años había hecho estragos en el país como “luchas por el poder”. Sostiene que “las dos partes habían matado! (...) Por orden de Mengistu se fusiló a más de treinta mil personas, aunque hay fuentes que elevan esa cifra a trescientas mil. El reportero recuerda que vio a finales de los años setenta, por la mañana, en las calles de Addis-Abeba los cadáveres de los asesinados, “cosecha de cada noche”.

Pero lo interesante es ver quienes sostuvieron ese régimen, en las celdas: “Una multitud de presos, hacinados, no paraba de deambular por allí. Me fijé en sus rostros. Eran rostros, asomando entre las barbas y tras las gafas, de profesores de universidad, de sus ayudantes y alumnos. El régimen de Mengistu había tenido a muchos partidarios entre ellos. Se trataba, en términos generales, de heraldos de la versión albanesa del socialismo, en su variante de Enver Hoxha. Cuando se produjo la ruptura entre Tirana y Pekín, los admiradores etíopes de Hoxha disparaban en las calles de Addis-Abeba sobres sus compatriotas maoístas. Durante meses la sangre empapó las calles. Tras la huída de Mengistu, los soldados de su ejército se marcharon a sus casas, y se quedaron solos los acedémicos. Cazarlos y meterlos en aquel patio hacinado no supuso mayores dificultades”.

La inteligentzia fue el soporte que justificó, ideológicamente, a un dictador como Mengistu, o como Castro. Dictadores menores, ciertamente, pero dictadores ideológicos. Y ese tipo de intelectuales que justificaron la construcción del paraíso eliminando o encarcelando a sus propios compatriotas nos dan una gran lección, la de la duda.

La inteligencia no es, en absoluto, garantía de bien. La inteligencia socialista, en cuanto tendente a considerar al hombre como un elemento material más para la construcción de sus nuevas estructuras sociales, suele toparse con mucho material desechable. En unos países, de modo temporal, los ubicaron en campos de concentración, ahí, en Etiopía ahorraron en el proceso y fueron directamente a la solución final. Esta es una razón para desconfiar profundamente de las ideologías socialistas. No generaron “esos infiernos” los pobres o desheredados, fueron los intelectuales que les hostigaron.

Frid.

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