miércoles, septiembre 13

Para entender África y que se solidarice de verdad Occidente

Algo tiene que hacer Occidente.

Zanzíbar y la esclavitud de Kapuscinski:

“El comercio de esclavos dura cuatrocientos años, empieza en el siglo XV... ¿termina? Oficialmente, en la segunda mitad del siglo XIX, aunque en algunas ocasiones dura más: por ejemplo hasta 1936 en Nigeria del Norte. Dicho comercio ocupa un lugar central en la historia de África. Millones (entre 15 y 30: existen diversos cálculos) de personas fueron secuestradas y transportadas más allá del Atlántico en condiciones terribles. Se estima que durante un viaje así(de dos o tres meses de duración) moría de hambre, asfixia y sed casi la mitad de los esclavos; hubo casos en que murieron todos. Los supervivientes trabajaban más tarde en las plantaciones de caña de azúcar y de algodón en el Brasil, en el Caribe, en los Estados Unidos, construyendo la riqueza de aquel hemisferio. Los traficantes de esclavos (principalmente portugueses, holandeses, ingleses, franceses, norteamericanos, árabes y sus socios africanos) despoblaron el continente y lo condenaron a una existencia vegetativa y apática: incluso ya en nuestros tiempos, grandes superficies de aquella tierra seguían despobladas y se habían convertido en desiertos. Hasta hoy día África no se ha desprendido de esta pesadilla, no ha levantado cabeza tras semejante desgracia (...)

“La ideología de los comerciantes de esclavos se basaba en el principio de que el negro era un no-hombre; que la humanidad se dividía entre hombres y subhombres y que con estos últimos se podría hacer lo que a uno le viniese en gana, y lo mejor: aprovecharse de su trabajo y luego eliminarlos. (...) ahí está toda la ideología ulterior del racismo y del totalitarismo con toda su tesis vertebradora: que el Otro es el enemigo, más aún, es un no-hombre (...) es la filosofía de Kolymá y Auschwits”.

“En ese comercio –planetario a decir verdad, pues participaron en él Europa, las dos Américas y muchos países de Oriente Medio y Asia-, Zanzíbar se revela como una estrella negra y triste, una dirección nefasta, una isla maldita. Durante (..) siglos enteros, se dirigen hacia ella caravanas de esclavos recién atrapados en el interior del continente, en el Congo y Malawi, en Zambia, Uganda y Sudán (...) Los más sanos y fuertes son obligados a latigazos a correr de Mkunazini al puerto (es el mercado de esclavos) (...) Cuando cesa la actividad del mercado, a los muy enfermos, por los que nadie ha querido ofrecer ni tan sólo cuatro céntimos, los arrojan a la pedregosa orilla: allí los devoran furiosas manadas de perros salvajes (...) los que logran sanar y recuperar fuerzas se quedarán en Zanzíbar y, como esclavos, trabajarán para los árabes”.


Y, en mi opinión, es también la filosofía que subyace en la teoría del “super-hombre”; los que no son progresistas y no se embarcan en sus proyectos de re-diseño del ser humano y de sus relaciones pasan así a la categoría de infra-hombres, de no hombres, de seres manipulables. ¿En qué categoría consideran a los inmigrantes?

¿Son también esclavos los sometidos a contratos basura? ¿los que han caído en manos de la prostitución organizada? ¿los niños de la guerra? o ¿los niños de los basureros brasileños o de la India?

¿Son carne de esclavitud, o de explotación, los miles de inmigrantes abandonados a su suerte por nuestro Presidente, una vez desbordado -porque era de esperar- el efecto llamada de Caldera?

Frid

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